Mafalda y su eterna pelea con la sopa: una receta para recordarla a 61 años de su primera aparición
Esa comida que representaba la imposición de los adultos, el aburrimiento y lo inevitable, se transformó en un símbolo de resistencia infantil.
Un día como hoy, pero en 1964, el mundo conocía por primera vez a Mafalda, la entrañable creación de Quino que con su mirada crítica y lúcida se convirtió en un ícono cultural argentino y mundial. Con apenas seis años, esta niña de historieta logró decir lo que muchos adultos callaban: cuestionar el mundo, la política y la sociedad con ironía y frescura.
Entre sus múltiples ocurrencias, hubo un “enemigo” que marcó para siempre a la pequeña filósofa: la sopa. Esa comida que representaba la imposición de los adultos, el aburrimiento y lo inevitable, se transformó en un símbolo de resistencia infantil. Mafalda odiaba la sopa con la misma pasión con la que amaba la paz y la justicia.
Mafalda y la sopa: más que un chiste
Quino logró, a través de este simple gesto, reflejar la rebeldía frente a lo establecido. La sopa, en el universo de Mafalda, no era solo un plato caliente: era la metáfora de aquello que no elegimos y que nos toca aceptar “porque sí”. Y así, millones de lectores se identificaron con esa lucha cotidiana.
Una receta para reconciliarse
Aunque Mafalda jamás lo aceptaría, la sopa puede ser también una aliada de la primavera, ligera, nutritiva y fresca. Una forma moderna de reconciliarse con este plato es preparar una sopa fría de arvejas y menta, ideal para los días templados:
Ingredientes (para 4 porciones):
- 500 g de arvejas frescas o congeladas
- 1 cebolla chica
- 1 diente de ajo
- 1 litro de caldo de verduras
- 2 cucharadas de aceite de oliva
- Unas hojas de menta fresca
- Sal y pimienta a gusto
Preparación:
- Rehogar la cebolla y el ajo en el aceite hasta que estén transparentes.
- Agregar las arvejas y el caldo, y cocinar unos 10 minutos.
- Procesar hasta obtener una crema suave.
- Dejar enfriar, sumar las hojas de menta y servir con un chorrito de aceite de oliva.
De este modo, la sopa deja de ser un símbolo de obligación para transformarse en una receta fresca, creativa y —por qué no— digna de conquistar incluso a quienes siempre tomaron partido por Mafalda.

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