Inteligencia artificial en las escuelas: ¿un riesgo para los chicos?
En el último tiempo, la aplicación de herramientas tecnológicas vinculadas a la IA en las aulas entró en debate. ¿Existe alguna forma de regulación?
La inteligencia artificial (IA) no tardó en instalarse en la cotidianeidad de las personas, ya sea para organizar la agenda cómo para ingresar a un mundo de conocimiento de aquellos temas que más de una vez despiertan la curiosidad.
Sin embargo, todo adaptación de la tecnología en la vida tiene su contraparte vinculada a los límites de uso y de entrega de información. Porque, aunque parece de película, aquellas inquietudes y necesidades que depositamos en la virtualidad, son una fuente preciada de datos para empresas.
En este contexto surge dos preguntas - que no son las únicas y establecen el eje de esta nota - ¿es seguro implementar el uso de la inteligencia artificial en las escuelas? y ¿podrán mejorar los niveles de aprendizaje a partir del uso de estas tecnologías?
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La senadora del bloque UCR + Cambio Federal, Eugenia Gil, presentó en un proyecto para promover aplicar la inteligencia artificial en las escuelas de la Provincia de Buenos Aires con un control que garantice el uso responsable, inclusivo y pedagógico.
El documento declara que "la IA ofrece oportunidades significativas para personalizar el aprendizaje, mejorar procesos de evaluación y apoyar la gestión institucional. Sin embargo, su uso en el sistema educativo no está exento de riesgos: la posible vulneración de derechos, la automatización de decisiones pedagógicas, la vigilancia injustificada y el uso inadecuado de datos sensibles son algunos de los desafíos que emergen".
De modo que propone que "esta regulación debe asentarse en principios fundamentales: el respeto por los derechos humanos, la equidad digital, la transparencia algorítmica, la protección de datos personales y la centralidad del rol docente".
Para finalizar, asegura que el uso de esta herramienta no debe reemplazar el trabajo educativo, sino que debe ser una más de las diversas herramientas que se utilizan a la hora de enseñar y aprender.
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A pesar de las controversias, es innegable que las herramientas tecnológicas que se han aplicado hasta el momento ampliaron las posibilidades de acceso a la información en los colegios.
Debido a lo cual, "la IA no reemplaza a la educación tradicional, pero sí la potencia. Permite ampliar las posibilidades de personalización, dinamismo y acceso. Mientras los métodos tradicionales muchas veces siguen un único ritmo y formato, la IA puede adaptar el contenido, ofrecer recursos visuales, auditivos o interactivos, y sugerir rutas de aprendizaje según las necesidades reales de cada estudiante", indicó Eugenia Cossini, educadora y conferencista especializada en innovación pedagógica, inteligencia emocional y neuroeducación.
Respecto al labor docente, explicó que "además de tareas repetitivas como la corrección automática de ejercicios o la generación de informes, la IA también puede colaborar en el diseño de planificaciones, rúbricas, evaluaciones y proyectos interdisciplinarios. Puede sugerir recursos, formatos y secuencias didácticas ajustadas a distintos niveles y estilos de aprendizaje".
No obstante, "el uso de IA implica la generación y almacenamiento de datos personales sensibles. Es clave establecer criterios claros sobre qué plataformas se usan, cómo se administran los datos, y quién tiene acceso a ellos. Esto debe ir acompañado de campañas de concientización y alfabetización digital para docentes, estudiantes y familias. No basta con usar la tecnología: hay que comprenderla, cuestionarla y usarla con responsabilidad ética y pedagógica", argumentó.
A su vez, existe un riesgo de que los usuarios generen cierta dependencia "si se utiliza de forma acrítica. Pero también existe el riesgo opuesto: rechazarla por miedo o desconocimiento. Lo ideal es que los docentes sean usuarios activos, reflexivos y creativos de la IA. Que la vean como una aliada y no como una amenaza. La IA no reemplaza el juicio pedagógico, la intuición, ni la capacidad de crear vínculos. Por eso, formar a los educadores en su uso ético e inteligente es una urgencia", sentenció.
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En esta línea, "si se abusa de la IA como herramienta de resolución automática, los estudiantes pueden perder oportunidades valiosas de desarrollar habilidades como la argumentación, la elaboración de ideas propias y la capacidad de enfrentarse a la incertidumbre. La comodidad de tener 'todo resuelto' puede adormecer el pensamiento crítico y limitar la creatividad", remarcó.
"Por eso es fundamental repensar el diseño de nuestras propuestas áulicas. No se trata de prohibir la IA, sino de usarla como punto de partida para pensar más y mejor. Necesitamos propuestas que fomenten la exploración, el pensamiento divergente, la toma de decisiones y la creación", agregó.
EL USO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL PARA REDUCIR LA DESIGUALDAD
Si se logra regular la aplicación de este tipo de herramientas para la educación, se pone en juego una serie de factores económicos y sociales que determinarán el aprovechamiento de la tecnología.
Cuando el acceso a los dispositivos e internet está garantizado, “la IA puede nivelar oportunidades. Ofrece recursos de calidad, permite la práctica autónoma, el refuerzo personalizado y el acceso a experiencias que antes estaban limitadas a ciertos contextos", reveló.
"Pero no alcanza con tecnología: se necesita una estrategia educativa integral que incluya formación docente, políticas públicas y compromiso con la equidad. La IA, en ese marco, puede ser una herramienta democratizadora”, concluyó.
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