Estás desorientado y no sabés qué bondi hay que tomar para "salir"
Por Germán Ronchi
Como si fuera poco, la App “¿Cuando llega?” no funciona en plenitud. La pulsión, a veces hasta inconsciente, de acelerar el paso a una cuadra de distancia hasta llegar a la parada y casi trotar a 50 metros, como recurso para no perder el colectivo, se acrecentó en tiempos de cuarentena por la pandemia de coronavirus.
En primera instancia por la espaciada frecuencia entre una unidad y la siguiente, y también por la posibilidad de que el chofer haga caso omiso al estiramiento del brazo, perpendicular al cuerpo, porque no hay más asientos libres.
Dejando a un lado la irresponsabilidad de los marplatenses que “aprovechan” para salir a pasear, está claro que la apertura de actividades económicas y productivas implica mayor circulación de personas y no todos cuentan con vehículos para ir a sus trabajos, más allá de las condiciones dispuestas.
Y aquí aparecen tres encrucijadas: la del municipio, las empresas de colectivos y los propios choferes. Estos últimos por la disyuntiva de respetar "a rajatabla" la capacidad máxima de los treinta y tantos asientos y nadie parado; y el sentido empático de no dejar “tirado” al laburante que usa el medio de transporte para regresar a su casa o dirigirse a su trabajo. De hecho, El Marplatense ha reflejado esta acción humana, pero que va por fuera de las normas establecidas.
Por otro lado, las empresas y la merma económica. El precio del combustible ante el menor uso, ya de por sí por la suspensión de la asistencia presencial en todos los niveles educativos. Lógicamente, entre oferta y demanda, van a pérdida. De hecho, si bien hay ocasiones en las que dejan varios brazos “colgados” en las paradas, a partir de las 19 (en el límite horario de la mayoría de las actividades) viajan a lo sumo 5 personas y hasta circulan gastando combustible respetando el recorrido a pesar de ir vacíos.
La municipalidad no está ajena a la encrucijada que se presenta. En un rincón, la clase trabajadora que necesita del colectivo para ir o volver del trabajo y asumir el compromiso laboral; en el opuesto, las empresas que van a pérdida; pero hay alguien más en medio y son los que antes dejamos de lado: aquellos que aprovechan el movimiento comercial para salir a pasear.
Y en esa pulseada, las empresas llevan la delantera. El municipio intenta controlar la circulación de personas que no están excentas del DNU de aislamiento social, preventivo y obligatorio para evitar la propagación del COVID-19. Suficiente es el rompimiento de cuarentena evidente el pasado domingo y el de estos últimos dos días en el que afloró la irresponsabilidad y la inconsciencia de marplatenses deambulando como si nada ocurriera.
¿Conclusión? Ninguna. El respeto de la cuarentena sigue dependiendo del pueblo, de la toma de consciencia, de la responsabilidad individual. Una ciudadanía desorientada, que no tiene mucho por hacer, que no tiene a dónde ir más que pasear y "tomar aire". Si todos salen, ¿yo también tengo derecho?; si salí y nadie me detuvo, ni me llamaron la atención por el mal uso del barbijo ¿ya está? ¿no pasa nada?
Antes de salir de casa, mientras espere el colectivo para ir a dar una vuelta o no sentirse encerrado, piense. Quizás ocupe un asiento, el último, y esto provoque que el colectivo pase de largo y la consecuente llegada tarde al trabajo o dilate el retorno a casa para descansar tras una extenuante jornada laboral.