A 50 años del Rodrigazo: el estallido que desató una crisis sin retorno
El 4 de junio de 1975, Celestino Rodrigo anunció un paquete de medidas que encendió la mecha de una crisis económica y social sin precedentes. A medio siglo, el “Rodrigazo” sigue siendo sinónimo de ajuste brutal, caos y represión.
Era el 4 de junio, una fecha simbólica en la liturgia peronista: la misma en la que, en 1946, Juan Domingo Perón asumía por primera vez la presidencia. Pero en 1975, ese mismo día, el país temblaba por otras razones. En una Argentina gobernada por una Isabel Perón aislada y desbordada, el ingeniero Celestino Rodrigo, flamante ministro de Economía, anunciaba por cadena nacional un plan de ajuste feroz que marcaría a fuego la historia reciente: el Rodrigazo.
A los 60 años, Rodrigo había llegado al gabinete con el respaldo directo de José López Rega, el oscuro ministro de Bienestar Social y hombre fuerte del gobierno. Hasta entonces, el ingeniero se desempeñaba en un segundo plano dentro del área de Seguridad Social. Su designación sorprendió, pero el impacto real vino con sus medidas: una devaluación del 150%, subas de más del 100% en tarifas, combustibles y transporte, y una recomposición salarial del 45%, insuficiente frente al descalabro que venía en camino.
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“Si no hiciéramos esto, la mejor industria del país sería la fabricación de papel moneda”, dijo Rodrigo, en una frase que quedó grabada en la memoria colectiva. También lanzó una advertencia premonitoria: “Mañana me matan o mañana empezamos a hacer las cosas bien”.
Pero el país no empezó a mejorar. Todo lo contrario: el anuncio provocó una estampida inflacionaria, vaciamiento de góndolas y una inmediata reacción social. La CGT, históricamente aliada del peronismo, organizó un paro general de 48 horas, el primero contra un gobierno propio. En Plaza de Mayo, miles de trabajadores repudiaron a Rodrigo y a López Rega con furia.
Los supermercados fueron arrasados por consumidores angustiados. La clase media, blanco directo del ajuste, sintió el golpe de lleno. El diputado Juan Carlos Cárdenas bautizó la jornada como “el Rodrigazo”, una etiqueta que atravesaría generaciones.
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El contexto no podía ser más volátil: una inflación del 40% anual, una caída del 6% del PBI, un déficit fiscal del 25% y una violencia política en ascenso. Montoneros, ERP y una treintena de organizaciones armadas convivían con la Triple A y una creciente militarización del país. Desde la muerte de Perón, en julio de 1974, ya se contabilizaban más de 400 asesinatos políticos.
El impacto de las medidas fue tal que provocó un derrumbe institucional. El gabinete completo presentó su renuncia, y aunque Isabel Perón intentó recomponer el mando, su margen se redujo al mínimo. López Rega renunció el 11 de julio y partió al exilio en España, con un cargo diplomático de cortesía. Rodrigo, acorralado por la presión social y política, presentó su renuncia el 17 de julio, tras solo 49 días de gestión.
En su lugar, pasaron sin pena ni gloria otros cinco ministros de Economía antes del golpe militar de marzo de 1976. Ninguno logró contener la espiral de inflación, descontento social y vacío de poder.
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Rodrigo fue detenido en 1976 por malversación y liberado en 1980. Murió en diciembre de 1987, en Mar del Plata. De su paso por la función pública solo quedó una huella imborrable: su apellido convertido en símbolo de ajuste y desastre.
Cincuenta años después, el Rodrigazo sigue siendo una advertencia elocuente sobre las consecuencias de aplicar un plan económico sin respaldo político, con desprecio por la calle y en medio de una tormenta perfecta. Su sombra sigue proyectándose sobre la historia argentina como una lección no siempre aprendida.
Fuente: Infobae
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