Recordando a Ricardo Iorio
A dos años de su partida, Ricardo Iorio sigue rugiendo en la memoria del rock argentino.
Por Marcelo Gobello
El 24 de octubre de 2023 se apagó una de las voces más potentes y auténticas del rock argentino. Ricardo Iorio, el hombre que moldeó el ADN del heavy nacional, murió a los 61 años víctima de un infarto, pero su figura sigue viva, como su legado, entre guitarras distorsionadas, frases inolvidables y verdades sin filtro.
Nacido en Ciudadela en 1962, Iorio fue mucho más que el bajista, compositor y líder de tres bandas fundamentales: V8, Hermética y Almafuerte. Fue un creador de identidad, un hombre que convirtió el heavy metal argentino en una expresión cultural con raíz criolla. Desde fines de los setenta llevó el género de los sótanos a los escenarios más grandes del país, con un mensaje que hablaba del trabajo, la tierra y la dignidad.
Su historia también es la del crecimiento de un género que encontró en él su voz más reconocible. Con V8, a comienzos de los ochenta, introdujo una sonoridad inédita en una escena dominada por el rock urbano y el pop. Con Hermética, en los años noventa, expandió el mensaje del metal hacia sectores que hasta entonces no se sentían representados. Y con Almafuerte consolidó una estética definitiva: la del metal argentino con raíz nacional, sin concesiones ni disfraces importados.
Más allá de su potencia musical, Iorio encarnó una actitud: la del artista que no negocia su autenticidad. Fue amado, criticado, incomprendido, pero jamás ignorado. En tiempos donde la corrección política borra los bordes, su figura sigue despertando debate, respeto y, sobre todo, admiración.
Su repertorio incluye himnos que trascendieron el género, como "A vos amigo", “Se Vos”, “El Pibe Tigre”, “Convite Rutero” y “Gil Trabajador”. En ellos se condensan sus temas esenciales: el valor del esfuerzo, la pertenencia, la amistad, la libertad de pensamiento y la defensa del orgullo nacional. En esas letras se puede escuchar tanto al músico de alma obrera como al poeta del campo, que sabía encontrar belleza en lo cotidiano.
Un capítulo aparte merece su disco de tangos y milongas, donde llevó su voz y su espíritu al repertorio criollo con una sinceridad desarmante. En esas versiones, Iorio se mostró más íntimo, casi confesional, reivindicando el linaje musical argentino y cerrando un círculo que iba de Gardel a Almafuerte, del arrabal al riff. Ese trabajo, muchas veces subestimado, hoy se aprecia como un gesto de madurez y de respeto hacia la tradición popular.
Iorio murió en su casa de Coronel Suárez, el lugar donde había elegido vivir sus últimos años, rodeado de campo, lejos del ruido y del circuito mediático que tanto le incomodaba. Allí encontró una paz que pocas veces buscó, después de una vida hecha de escenarios, declaraciones incendiarias y una coherencia que pocos artistas logran mantener.
En lo personal, tuve la suerte de conocerlo y compartir con él charlas, proyectos y noches de música. Era un tipo intenso, frontal, pero también generoso y sensible, especialmente cuando hablaba de sus raíces o de su gente. A dos años de su partida, lo extraño. Extraño su humor filoso, su mirada lúcida y su manera de ponerle palabras a lo que muchos pensaban y pocos se animaban a decir.
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Marcelo Gobello junto a Ricardo Iorio
Ricardo Iorio fue, y seguirá siendo, el padre del heavy metal argentino, pero también un símbolo de resistencia cultural. Su legado no se mide sólo en discos, sino en la huella que dejó en cada músico que decidió tomar la guitarra como bandera.
Hoy, su voz sigue sonando fuerte. En cada riff, en cada verso, en cada pibe que se anima a decir lo que siente. Porque Iorio no se fue: se quedó en la memoria del rock argentino, rugiendo, como siempre, con el corazón en llamas.

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