Qué es el “Síndrome del Primo Oliver”, el comienzo del fin de las sitcom
Cuando las temporadas avanzan y los guionistas sienten que hay que darle nuevo aire a la historia, agregan personajes. Resultado: no sólo fracasan, sino que la audiencia decreta el final.
Los norteamericanos tienen términos, denominaciones pegadizas, para todo. Y en televisión por ejemplo existe el recurso denominado “Jump the shark”, una expresión que describe el momento en que los creadores de una serie, ante lo que perciben como un agotamiento, toman una decisión extrema en su intento por mantener la audiencia, agregando un personaje y llevando a sus protagonistas por situaciones impropias. De hecho el término “Jump the shark” se relaciona con un capítulo de la serie Happy days, en la que los creadores hicieron que el personaje de Fonzie salte sobre un tiburón durante una cesión de esquí acuático. Lo curioso es que lejos de las intenciones, los espectadores reciben mayormente esto como algo negativo y decretan el comienzo del fin de la serie.
Obviamente que el “Jump the shark” tiene sus desvíos y subcategorías. Entre ellas, una muy propia de las sitcom que es denominada “Cousin Oliver Syndrome” (síndrome del primo Oliver) y que también tiene origen en el capítulo de una serie, en este caso la popular The Brady Bunch, que en su última temporada decidió incorporar al personaje del primo Oliver como un intento de airear la trama y ante la evidente pérdida de rating. De allí, entonces, que el pobre primo Oliver se convirtió en símbolo de un movimiento de los guionistas por salvar un barco que naufraga.
Un caso emblemático se dio en los 80’s con Blanco y negro, la popular sitcom protagonizada por Gary Coleman en la que dos niños negros eran adoptados por un señor ricachón. Avanzada la serie, con algunos problemas en el elenco que llevaron a sacar de la serie a la hermana Kimberly, los creadores decidieron sumar a un niño blanco como nuevo hijo del señor Drumond. Por lo tanto, Arnold se convertía ahora en el hermano mayor ante la ausencia de Willis. La octava temporada de Blanco y negro fue la última.
Uno de los casos más renombrados es el de Mad about you, sitcom que abordó como pocas los dilemas de la vida conyugal y que contaba con grandes actuaciones de Paul Reiser y Helen Hunt. En este caso podemos decir que la llegada de Mabel, la hija de la pareja, era algo lógico teniendo en cuenta el desarrollo de los personajes, pero sin embargo hizo perder la frescura de la relación entre los protagonistas y decretó el final.
A veces hay ejemplos que no decretan el cierre de una serie porque no tienen que ver con la trama central, pero sí hacen que subtramas o personajes atractivos terminen naufragando y perdiendo su gracia. Es lo que sucede con Marshall (Jason Segel) y Lily (Alyson Hannigan) en How I met your mother, la pareja histórica de la serie y la que mejor representó los excesos de un amor romántico hasta la exasperación. Los personajes eran un soporte moral del protagonista, pero cuando se convirtieron en padres sus conflictos se volvieron aburridos y fueron perdiendo el encanto, hasta ser insignificantes.
Lo mismo podríamos decir de la pequeña Emma de Friends. Sería una provocación decir que Friends, la sitcom más icónica de todos los tiempos fracasó, pero si es cierto que una vez que Rachel (Jennifer Aniston) y Ross (David Schwimmer) se convirtieron en padres, la relación dio un giro que se acumuló con otros giros insoportables en la ida y vuelta de los personajes. Un manotazo de ahogado de los guionistas por estirar una relación y, claro, por forzarlos a quedar juntos cuando era evidente que no estaban hechos el uno para el otro.
Otro ejemplo muy comentado es el de The Office, cuando Jim (John Krasinski) y Pam (Jenna Fischer), a la que decretaremos aquí mismo como la mejor pareja en la historia de la televisión norteamericana (y por qué no el cine también) tienen finalmente a Cece. Al igual que en casos anteriores, donde el reparto es más coral, no decretó el fin de la serie pero sí el final de Pam y Jim como personajes interesantes, ya que los conflictos pasaron por otro lado y su humor fue perdiendo fuerza.
Si la sitcom es un género de la televisión norteamericana que está en crisis y carece actualmente de grandes representantes, The Big Bang Theory surge como el último gran éxito del formato. Como sabrán, los protagonistas eran un grupo de nerds y la serie estaba llena de chistes con diversas líneas de interpretación y repletos de guiños para entendidos. Por lo tanto suena lógico que una historia que, por su propia esencia, nunca debería haber decantado hacia lo sentimental, se haya resentido con la llegada de los niños. Es lo que pasó con la pareja de Howard (Simon Helberg) y Bernadette (Melissa Rauch), lo que fue para los fanáticos una traición y la pérdida del espíritu original de la sitcom, alejada del humor familiar.
Si bien como hemos visto algunos ejemplos son de series con varias décadas encima, no deja de ser curioso que el recurso del “Cousin Oliver Syndrome” siga extendiéndose al presente. Claro que también tiene que ver con una lógica de las sitcom centradas en vínculos familiares o sentimentales. Ante la continuidad de las temporadas, es indudable que el romance que creció entre los personajes desemboque en una convivencia o, ¡cuidado!, la llegada de un hijo. Resultado: los conflictos que surgen vuelven a los protagonistas aburridos y la serie, en su intento por no perder vigencia, termina naufragando.

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