Lalo Schifrin, el gran compositor argentino que dejó una huella imborrable en el cine y la televisión
Fue autor de melodías inolvidables y estuvo nominado al Oscar seis veces. Integró una camada de autores que modernizó las bandas sonoras. La música de Misión: Imposible lo instaló en la memoria de la cultura popular.
“En televisión no hay tiempo para seducir a la audiencia. Si el televisor está en el living y alguien está en la cocina, tiene que saber que el show está empezando. La música para películas es como escribir una carta, la música para televisión es como escribir un telegrama”. Así, con esa simpleza, Lalo Schifrin explicaba su método creativo. E inmediatamente ejecutaba al piano alguna de sus piezas inolvidables, como la de las series Mannix o Misión: Imposible. El compositor argentino murió el pasado jueves a los 93 años, dejando un legado imborrable en el mundo del cine y la televisión, y en la cultura popular de todo el mundo.
País raro Argentina, adepto a la celebración constante de cualquier ícono inmediato, la muerte de Schifrin pasó bastante desapercibida. Y eso que estamos hablando de uno de los artistas más grandes, uno de los mejores en lo suyo y un autor de melodías que son recordadas en todo el planeta. “Hago ejercicio escuchando la banda sonora de Misión: Imposible”, confesó alguna vez Bruce Lee en un encuentro con el músico. Así de grande era Schifrin.
El estilo de Schifrin se caracterizaba por la fusión de géneros y sonidos, que podían ir del jazz a la música clásica, pasando por ritmos latinos y elementos orquestales. Seguramente mucho tendría que ver su esencia argentina y su relación con la música global. Allá por los años 60’s y 70’s brilló junto a una camada de grandes compositores que llegaron a Hollywood para revolucionar el universo de las bandas sonoras, todavía atrapadas en la estructura de la música más clásica.
Puede interesarte
Subido a la Nueva Ola de Hollywood, junto a otros compositores de la época experimentó con nuevos estilos para reflejar la diversidad de géneros cinematográficos que se producían (thrillers, ciencia ficción, westerns modernos) y las demandas de audiencias más jóvenes. Así es como en muchas bandas sonoras de esos tiempos se introdujeron enfoques innovadores que fusionaron géneros como el jazz, el pop y la música electrónica con la orquestación clásica. Su trabajo está relacionado al de otros grandes compositores de esa época como Henry Mancini, John Barry, Ennio Morricone, Quincy Jones, Elmer Bernstein, Maurice Jarre o Burt Bacharach.
Schifrin, cuyo nombre original era Boris Claudio Schifrin, nació el 21 de junio de 1932 en Buenos Aires. Su padre, Luis, fue primer violín y concertino de la Orquesta Filarmónica del Teatro Colón durante tres décadas, alguien que influyó profundamente en su formación musical. A los seis años comenzó a estudiar piano con Enrique Barenboim y durante su infancia asistía frecuentemente a representaciones de ópera en el Colón, lo que despertó su interés por la música clásica. Aunque, progresivamente, iría desarrollando una pasión por el jazz. De hecho, definió a la primera vez que escuchó a Louis Armstrong en concierto como una “conversión religiosa”.
Estudió piano con Andreas Karalis, ex director del Conservatorio de Kiev, y armonía con el argentino Juan Carlos Paz. Fue este quien lo introdujo en técnicas modernas de composición. Finalmente a los 20 obtuvo una beca para estudiar en el Conservatorio de Paris, bajo la tutela de Olivier Messiaen y Charles Koechlin. Allí comenzó a cruzar estilos: de día estudiaba los clásicos, mientras que por las noches trabajaba como pianista en clubes de jazz, donde además iría incorporando ritmos latinos.
Puede interesarte
Por razones familiares y económicas, Schifrin volvió al país en 1956 donde formó una orquesta de jazz que se presentó en programas de radio y televisión. Y donde además dio un paso que sería fundamental para su carrera, compondría su primera banda sonora para cine: El jefe, el gran clásico dirigido por Fernando Ayala y protagonizado por Alberto de Mendoza. Y la vida le dio otro giro cuando una noche fue descubierto por el legendario trompetista de jazz Dizzy Gillespie, que visitaba el país y lo invitó a tocar como pianista y arreglista. La historia grande lo esperaba.
Fueron cinco años de trabajo en Estados Unidos, hasta que en 1963, gracias a su reputación como compositor y arreglista de jazz, y a la recomendación de Arnold Maxim, miembro de la junta directiva de MGM, tuvo su primera oportunidad de trabajar para el cine. Fue la banda sonora de la película Rhino! de 1964 la que marcó su ingreso a Hollywood, aunque su primer gran éxito fue ese mismo año con Les Félins de René Clément. Allí combinaría música sinfónica, jazz y elementos electrónicos, dejando la que sería su marca de estilo.
Después es eso, la historia: en 1966 Schifrin compondría la banda sonora de la serie Misión: Imposible y todo cambiaría para siempre. Sin exagerar, esa melodía debe estar entre las diez melodías de cine y televisión más recordadas de todos los tiempos. La serie fue un gran éxito en televisión, a lo largo de siete temporadas, pero esa música quedó en el recuerdo por encima de la propia ficción. Y fue clave en el desarrollo posterior de la larga franquicia cinematográfica protagonizada por Tom Cruise que comenzó a mediados de los 90’s y terminó hace un par de meses. Cuando suenan los primeros acordes de la música de Misión: Imposible todos sabemos de qué estamos hablando: hay una carga de intriga y emoción que inmediatamente se transmite al cuerpo y no podemos dejar de tararearla. Es, sin dudas, sinónimo de suspenso.
Puede interesarte
Luego llegarían otras melodías inolvidables: Mannix (1967-1965), Adiós ilusiones (1965), Bullitt (1968), Harry, el sucio (1971), Operación Dragón (1973), Starsky & Hutch (1975-1979). Schifrin lograría seis nominaciones al Oscar por las bandas sonoras de La leyenda del indomable (1967), El zorro (1968), El viaje de los malditos (1976), Terror en Amityville (1979), El golpe II (1983) y por la canción original de El concurso (1980). Sin embargo nunca lo ganó y como suele suceder, para subsanar el error, la Academia le entregó un Oscar Honorífico en 2018.
Aquella noche, Clint Eastwood, el mismísimo Harry el sucio, fue el encargado de entregarle la estatuilla y lo definió con su sabiduría habitual: “Lalo es un verdadero hombre del Renacimiento: un intérprete al piano, un pintor con notas, un director y compositor que ha creado partituras para algunas de las películas más memorables de los últimos cincuenta años”.
Para comentar, debés estar registradoPor favor, iniciá sesión