El parrillero coreano que transforma cenas en la terraza en encuentros para desconocidos
Su propuesta, viralizada en redes, apunta a quienes se sienten solos o desconectados y buscan algo más que una salida tradicional.
Con un menú que combina sabores criollos y platos típicos de Corea, Samuné, más conocido como el “coreano Samu”, encontró una forma singular de romper con la rutina porteña: organiza asados en la terraza de su casa para personas que no tienen planes el fin de semana.
La experiencia ocurre en Villa Pueyrredón, donde Samu, de 37 años, recibe a un grupo reducido de comensales (unas 12 personas por noche) con la única consigna de compartir sin prejuicios. La dirección se revela por WhatsApp una vez confirmada la reserva. Al llegar, los invitados suben a su terraza, guardan los celulares y se entregan a la charla, el brindis con soju y el ritual del fuego.
“No hay dinámicas forzadas ni juegos de solteros. Solo carne, charla y ganas de conectar”, resume Samu, quien dejó un trabajo como traductor en una minera de litio para dedicarse a este proyecto. El valor del cubierto es de $39.000, sin bebidas alcohólicas incluidas. A pesar de que comenzó como una ocurrencia entre amigos, la idea explotó luego de que el influencer Alan Gold compartiera un video de la experiencia en redes.
El menú, tan variado como su historia personal, arranca con chorizos y morcilla, sigue con picaña y costillar, y cierra con una bondiola marinada durante 48 horas en una salsa coreana picante y agridulce. Además, ofrece cinco tipos de pan chan (guarniciones tradicionales coreanas), y para los más conservadores, ensalada rusa o salsa criolla. El chimichurri está prohibido: “Le mata el sabor a la carne”, sentencia.
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Después del asado, llegan los juegos coreanos, el karaoke y, a veces, algo más: amistades, romances o simplemente una buena historia. “Vienen solos, pero muchos se van acompañados”, dice el anfitrión, que ya sospecha que al menos dos parejas nacieron en su terraza.
Aunque hoy organiza cenas una o dos veces por semana, planea reducir la frecuencia. “Es agotador. Me levanto temprano para comprar carne, cocino, sirvo, soy anfitrión y parrillero. Pero cuando veo que la gente se va feliz, vale la pena”, concluye.
Fuente: Infobae
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