El cerebro multitasking: la epidemia silenciosa de hacer todo al mismo tiempo (y no hacer nada bien)
Lejos de ser un superpoder, la multitarea constante está saturando nuestros cerebros. La ciencia lo confirma: no estamos diseñados para esta vida de estímulos cruzados
Abrimos el celular para responder un mensaje, pero al pasar por Instagram vemos un reel y nos quedamos. Mientras tanto, una notificación del trabajo nos interrumpe, y cuando volvemos a la tarea inicial ya no recordamos qué estábamos haciendo. Este escenario, que parece anecdótico, es hoy la norma. Vivimos en modo multitasking permanente, saltando entre tareas, pantallas y pensamientos como si fuéramos computadoras. El problema es que no lo somos.
Lejos de ser un superpoder, la multitarea constante está saturando nuestros cerebros. La ciencia lo confirma: no estamos diseñados para esta vida de estímulos cruzados, notificaciones constantes y atención fragmentada. Y lo que parece una virtud moderna, en realidad puede estar minando nuestra concentración, nuestra salud mental y hasta nuestra capacidad de disfrutar el presente.
La trampa del multitasking: por qué caemos (una y otra vez)
No es casualidad. Las aplicaciones y plataformas que usamos a diario están diseñadas para interrumpirnos. Las notificaciones, los banners, los recordatorios “urgentes” son parte de un sistema pensado para secuestrar nuestra atención. La industria tecnológica compite por cada segundo de nuestro foco, y nosotros nos hemos acostumbrado a esa fragmentación al punto de normalizarla.
Además, está la presión cultural: si no estamos haciendo varias cosas al mismo tiempo, parece que estamos desperdiciando el día. Nos enseñaron a pensar que ser productivos es estar ocupados, aunque eso implique vivir en un estado de alerta mental constante.
¿Qué dice la ciencia?
Estudios de la Universidad de Stanford y del Journal of Neuroscience coinciden en algo: el multitasking no funciona como creemos. Saltar de tarea en tarea no mejora la eficiencia; al contrario, la empeora. Las personas que realizan varias actividades al mismo tiempo son más propensas a cometer errores, tardan más en completar tareas y retienen menos información.
El cerebro humano está diseñado para enfocarse en una cosa por vez. Cada vez que cambiamos de tarea, aunque sea por segundos, hay un costo cognitivo. Este fenómeno se conoce como “switching cost” y desgasta nuestra capacidad de atención. A largo plazo, genera fatiga mental, problemas de memoria y una sensación de agotamiento constante.
¿Estamos quemando el cerebro?
La sensación de “estar quemados” no es solo estrés. Es el resultado de vivir en un estado de hiperalerta donde nunca llegamos a concentrarnos del todo. Dormimos peor, descansamos menos y nos cuesta desconectarnos, incluso cuando queremos. Es el síndrome de un cerebro que nunca termina lo que empieza, porque siempre está empezando otra cosa.
¿Podemos volver a enfocarnos?
No se trata de eliminar la tecnología, sino de recuperar momentos de atención plena. La clave es entender que no necesitamos estar disponibles todo el tiempo. Hay momentos para responder mensajes, momentos para trabajar y momentos para simplemente estar, sin hacer nada más.
Leer un libro sin mirar el celular. Comer sin scrollear en Instagram. Tener una conversación sin interrupciones. Parecen acciones simples, pero en la era de la distracción constante son pequeños actos de rebeldía.
El foco es el nuevo lujo
En un mundo donde todos pelean por nuestra atención, aprender a enfocarse es el verdadero desafío. No se trata de hacer más cosas al mismo tiempo, sino de hacer mejor las que elegimos hacer.
Quizás llegó el momento de preguntarnos: ¿estamos viviendo de verdad o solo saltando de pantalla en pantalla, mientras la vida real se nos escapa por la rendija?
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