Día de la Escarapela: un emblema de identidad nacional
La fecha fue instaurada en 1935 por el Consejo Nacional de Educación. La historia detrás del símbolo que Domingo French y Antonio Luis Beruti ayudaron a popularizar.
Cada 18 de mayo, Argentina conmemora el Día de la Escarapela Nacional, una fecha dedicada a honrar uno de los emblemas más representativos de su identidad patria. Instituida oficialmente en 1935 por el Consejo Nacional de Educación y consolidada en el calendario escolar en 1951, esta celebración destaca la importancia de la escarapela como símbolo de unidad y patriotismo, creado en los albores de la lucha por la independencia.
La escarapela argentina, caracterizada por sus colores celeste y blanco, fue establecida por un decreto del Primer Triunvirato el 18 de febrero de 1812, a solicitud de Manuel Belgrano. Este emblema nació con el propósito de uniformar a las tropas revolucionarias de las Provincias Unidas del Río de la Plata y distinguirlas de los ejércitos realistas, que utilizaban distintivos rojos. Belgrano, jefe del Regimiento de Patricios, propuso el 13 de febrero de 1812 la creación de una escarapela bicolor, argumentando la necesidad de unificar los colores del ejército para fortalecer el sentimiento de unidad nacional. El Triunvirato aprobó su uso, declarando: “Sea la escarapela nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de color blanco y azul celeste, quedando abolida la roja con que antiguamente se distinguían”.
El origen de los colores celeste y blanco permanece envuelto en cierta incertidumbre, ya que no existe documentación precisa que explique la elección de Belgrano. Entre las teorías más difundidas, se destaca la que sugiere que los colores podrían estar inspirados en el cielo y las nubes, simbolizando libertad y paz. Otras versiones apuntan a influencias de la Casa de Borbón o de la Orden de Carlos III, aunque ninguna ha sido confirmada con certeza. También se menciona que los colores pudieron haber sido utilizados por primera vez durante las invasiones inglesas de 1806-1807 por el Regimiento de Patricios, extendiéndose luego entre los criollos.
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La escarapela, conocida también como cucarda, no es estrictamente un símbolo nacional como la bandera, el escudo o el himno, pero se la considera un “emblema de nacionalidad” por su rol en la construcción de la identidad argentina. Inicialmente de uso militar, su adopción se popularizó entre la población civil, especialmente durante las jornadas revolucionarias de mayo de 1810, cuando se repartieron cintas blancas y, en algunos casos, rojas como distintivos políticos. Su diseño puede variar, presentándose como roseta, lazo, moño o cinta, pero siempre se luce en el lado izquierdo del pecho, cerca del corazón, en fechas patrias como la Semana de Mayo, el Día de la Bandera o el Día de la Independencia.
El rol de French y Beruti en la difusión de la escarapela
Durante los acontecimientos de la Revolución de Mayo de 1810, Domingo French y Antonio Luis Beruti desempeñaron un papel significativo en la popularización de los distintivos patrióticos que anticiparon la creación oficial de la escarapela. Según registros históricos, French y Beruti, figuras destacadas entre los revolucionarios criollos, lideraron a los “chisperos” -un grupo de patriotas que apoyaban la causa independentista- y se encargaron de repartir cintas blancas, y en algunos casos blancas con detalles rojos, entre la población congregada en la Plaza de Mayo. Estas cintas, utilizadas como distintivos para identificar a los partidarios de la revolución, simbolizaban el rechazo al dominio colonial español y el apoyo a la formación de un gobierno propio. Aunque no eran aún la escarapela celeste y blanca oficializada en 1812, estas acciones sentaron un precedente clave para la adopción de emblemas patrióticos. La participación de French y Beruti, con su activismo y capacidad de movilización, contribuyó a consolidar el uso de distintivos como herramientas de cohesión social y expresión de los ideales revolucionarios en los días previos a la creación del Primer Gobierno Patrio.
La elección del 18 de mayo como Día de la Escarapela no está directamente vinculada a su creación en febrero de 1812, sino a una iniciativa educativa de 1934, liderada por la profesora Carmen Cabrera y los profesores Benito A. Favre y Antonio Ardissono. Ellos propusieron el 20 de mayo para su conmemoración, pero el Consejo Nacional de Educación decidió, sin explicar las razones, fijar la fecha el 18 de mayo, coincidiendo con el inicio de la Semana de Mayo. Desde entonces, esta fecha se ha convertido en una oportunidad para reforzar la enseñanza sobre los valores patrios en las escuelas, donde se realizan actos conmemorativos y actividades que promueven el respeto por los emblemas nacionales.
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En la actualidad, el Día de la Escarapela es una jornada de reflexión sobre la historia y los ideales que forjaron la nación. En todo el país, se organizan ceremonias, desfiles y eventos comunitarios, mientras que las redes sociales se llenan de mensajes que celebran este símbolo de unidad. Como expresó Manuel Prados Bacarrezza, director de Ceremonial y Protocolo de la Universidad Nacional de Tucumán, la escarapela representa “la unidad nacional y el deseo de recrear fidedignamente el símbolo que represente a todos los pueblos y culturas de nuestra Argentina, aunados en el celeste y blanco”. Así, este emblema sigue siendo un recordatorio del compromiso colectivo por construir una patria libre y soberana.
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