A diez años del primer Ni Una Menos: el grito que nació en Argentina y encendió una revolución global
La frase, inspirada en el lema de la poeta mexicana asesinada Susana Chávez, fue el punto de partida para una ola feminista sin precedentes que nació en el sur global y que, en cuestión de meses, se replicó desde Perú hasta Túnez, desde Colombia hasta España.
El 3 de junio de 2015, una multitud tomó las calles de Argentina bajo una consigna que se convirtió en bandera mundial: Ni Una Menos.
Lo que comenzó como un tuit de la periodista Marcela Ojeda, "Nos están matando. ¿No vamos a hacer nada?", derivó en una masiva movilización que cambió para siempre la forma en que se habla de la violencia de género. Aquel día, 200 mil personas se concentraron frente al Congreso en Buenos Aires. Era el inicio de una nueva era: la liberación de la palabra.
A una década, las cifras siguen siendo alarmantes, en Argentina hay un femicidio cada 35 horas, pero el impacto cultural y político del movimiento es innegable. Las periodistas feministas jugaron un rol clave tanto en la denuncia como en la organización de esa primera marcha. No sólo informaron: generaron el movimiento.
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El impulso nacido en América Latina antecedió incluso al Me Too, que se globalizó en 2017 tras las denuncias contra el productor Harvey Weinstein. Sin embargo, como suele ocurrir, la narrativa internacional tiende a poner el foco en los países del norte y a ignorar el origen latino de esta revuelta. Ya en 2016, Michelle Obama destacaba en un discurso en Buenos Aires el valor de Ni Una Menos y el coraje de quienes lo impulsaron. Pero con el tiempo, el crédito simbólico se desplazó.
El concepto de Me Too fue creado en 2006 por la activista afroamericana Tarana Burke, pero recién ganó visibilidad global una década después. Las expresiones locales se multiplicaron con hashtags como #MiPrimerAsedio en Brasil, #Cuéntalo en España o #UnVioladorEnTuCamino en Chile, pero la chispa inicial había surgido en las calles argentinas y en las denuncias persistentes de mujeres como Susana Chávez en Ciudad Juárez.
A diez años, el movimiento enfrenta el riesgo de ser silenciado o apropiado. La historia suele ser contada por quienes ostentan el poder narrativo. Por eso, este aniversario no sólo es una conmemoración: es una batalla por la memoria.
Fuente: Infobae
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