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    “Ya no soy invisible”: la trágica historia del marinero condenado a morir solo en una isla por ser gay

    Sucedió hace tres siglos, pero su eco resuena en el presente. Fue un castigo ejemplar, brutal, que lo convirtió en leyenda y lo borró de la historia. Esta es la historia de Leendert Hasenbosch, el marinero holandés abandonado en una isla desierta por amar a otro hombre.

    25 de mayo de 2025 - 17:59
    Ilustración en acuarela que representa a Leendert Hasenbosch, por GD Hoogendoorn.
    Ilustración en acuarela que representa a Leendert Hasenbosch, por GD Hoogendoorn.
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    Leendert Hasenbosch fue dejado solo en la Isla Ascensión, un pequeño punto deshabitado en medio del Atlántico, entre África y América del Sur. No fue un naufragio. No hubo tormenta. Fue una condena dictada por sus superiores en la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (VOC), acusado de sodomía, el término que entonces se usaba para criminalizar las relaciones homosexuales.

    Tenía poco más de 30 años. Lo dejaron con una tienda, una Biblia, algunas semillas y un barril de agua. Nunca más volvió a ver a otro ser humano.

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      En los siglos XVII y XVIII, la homosexualidad no solo era mal vista: era castigada con la muerte. Pero la VOC, una de las corporaciones más poderosas del mundo en su tiempo, a veces optaba por una pena aún más cruel: el exilio absoluto.

      Hasenbosch, nacido en La Haya hacia 1695, era hijo único. Se unió a la VOC a los 18 años como soldado y logró ascender a contable. Tras casi una década de servicio en Asia, fue acusado de sodomía durante un viaje de regreso a los Países Bajos. Nunca llegó a destino.

      Una muerte lenta y documentada
      El marinero llevaba un diario. Allí registró sus esfuerzos por sobrevivir: intentó cultivar cebollas y frijoles en la tierra árida, domesticó un pájaro para tener compañía (murió), capturó tortugas, bebió su sangre… y también su propia orina. Con el tiempo comenzó a alucinar, a conversar con fantasmas de su pasado. Su último registro data del 14 de octubre de 1725:
      "Viví como antes".

      Un año después, marinos británicos encontraron el campamento improvisado. Hasenbosch ya no estaba. Solo quedaba el diario. Fue llevado a Inglaterra, traducido y publicado bajo títulos como “Sodomía castigada”. Su nombre fue borrado. Se convirtió en una advertencia, no en una persona.

      Rescatar su historia
      Durante siglos, nadie supo quién era realmente ese náufrago. Hasta que en los años ‘90, el historiador holandés Michiel Koolbergen encontró una copia del libro en el Museo Marítimo de Ámsterdam. Investigó los archivos de la VOC y halló su identidad. Confirmó que Hasenbosch fue dejado en Ascensión por “ser un villano”, y que su salario fue confiscado.

      Koolbergen publicó su hallazgo en 2002, poco antes de morir de cáncer. Años después, el escritor Alex Ritsema leyó su obra y publicó un libro en inglés, acercando la historia de Hasenbosch al mundo. También murió de cáncer en 2022.

      Hoy, sus nombres están unidos: Leendert, Michiel y Alex. Tres hombres, tres historias cruzadas por la necesidad de que una vida no se pierda en el olvido.

      De la isla al presente
      La historia de Hasenbosch no es solo una tragedia del pasado. Es también un espejo del presente.

      "En tiempos de crisis, existe el riesgo de intentar restaurar la masculinidad castigando con mayor severidad a las personas queer", advierte Elwin Hofman, historiador. Y recuerda que cinco años después de la muerte de Hasenbosch, más de 300 personas fueron enjuiciadas por sodomía en los Países Bajos. Muchas fueron ejecutadas públicamente.

      A casi 300 años, aún hay 64 países que criminalizan las relaciones entre personas del mismo sexo. Y nuevas leyes, desde Rusia hasta Estados Unidos, vuelven a cercar derechos ganados con esfuerzo.

      "Siempre hemos estado aquí", dice Hofman. “Pero ya no somos invisibles”.

      Fuente: BBC

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      • homofobia

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