Vivir en Galway: entre pubs, largos inviernos y la hospitalidad irlandesa
Por Mex Faliero
La búsqueda de oportunidades laborales llevó a David Pafundi en 2015 a dejar el país. Primero fue Nueva Zelanda, luego Australia, después algunos países de Europa hasta que finalmente encontró, cuatro años después, una suerte de lugar en el mundo: Galway, una localidad ubicada en la costa oeste de Irlanda. Un lugar donde los veranos son cortos y los inviernos largos, pero donde se encuentra una hospitalidad no tan habitual en el viejo continente.
David trabaja actualmente como operario en una fábrica y anteriormente lo hacía como empleado de una empresa de catering que proveía su servicio a un hospital. “Conseguir trabajo en Irlanda (por suerte tengo doble ciudadanía) es relativamente fácil, lo realmente complicado es conseguir alquiler, escasea mucho y los precios pueden ser demenciales”, comentó Pafundi.
Precisamente, este marplatense de 36 años explicó que uno de los obstáculos más comunes en Europa es la falta de alojamiento. Por eso, se termina alquilando una habitación en casa o departamento compartido, y no siempre con gente que uno conoce: “Porque alquilar un monoambiente o estudio para una sola persona es directamente imposible”.
-¿Qué fue lo más difícil de asimilar culturalmente en aquel país?
Los irlandeses son muy tradicionalistas y esto va desde las construcciones de las casas/edificios, hasta el día a día. El local puede hacer siempre lo mismo sin siquiera mosquearse, a veces se siente como vivir dentro de la película de Bill Murray, Hechizo del tiempo. Irlanda hasta no hace mucho tiempo fue un país pobre, apretado bajo el dominio británico, y si bien ahora puede que sea una economía emergente, mantienen algunos viejos hábitos de aquellas épocas. Su gastronomía no difiere mucho de la cocina inglesa. En general la gente en Europa no suele reunirse en casas, al ser el terreno mucho más chico, el lugar de encuentro suele ser casi siempre el pub. Otro factor, que es un tester del estado de ánimo para todos acá, es el clima: el verano dura muy poco (unas cuatro semanas) y el invierno es muy largo. En Galway no es el frío el problema sino la constante lluvia (tenemos más lluvia que en cualquier otro condado), y los días sin sol durante el invierno. Si bien el país tiene paisajes preciosos, las conexiones por bus son bastante escasas. Para conectar A con B hay 180 kilómetros, pero el trayecto puede demorar unas tres horas.
-¿Y con qué costumbres te resultó más sencillo adaptarte?
Los irlandeses normalmente son bastante amigables y más cuando están en los pubs. Particularmente vivo en una ciudad que es muy cosmopolita, y en cada esquina siempre hay algo de música (aunque la mitad sean covers de Oasis). Galway es famosa dentro de Irlanda por sus buskers (el busker es un músico callejero). El irlandés promedio sabe tocar al menos dos instrumentos, tienen una conexión bastante importante con el arte, especialmente con la música. La cultura de los pubs y la música en vivo es impresionante, en un mismo lugar puede haber un grupo de veintipico y al lado gente de 70. Puede ser al mediodía o a las once de la noche. Aunque acá las cosas cierran bastante temprano.
Otro de los obstáculos que David encontró en Galway es el idioma, porque si bien él habla inglés, allí los acentos son bastante particulares: “Creo que el país tiene más acentos que ciudades”. De todos modos, se trata de un país con una gran presencia de extranjeros, con polacos, brasileños y españoles entre las comunidades más grandes. De hecho, nos cuenta el entrevistado, hay un pueblo en el que se habla más portugués que inglés.
“El trato con los extranjeros generalmente es bueno, en el lugar en el que trabajo actualmente hay alrededor de unas 25 nacionalidades. Gran porcentaje de mis amigos son españoles, quizá porque culturalmente son los que más se parecen a nosotros, más allá del idioma”, relató David a la vez que comentó que hay algunos argentinos viviendo en Irlanda, pero no son tantos.
Y con los argentinos los habitantes de Irlanda tienen una relación especial: “Reaccionan muy bien, los temas más recurrentes son Guillermo (William) Brown, comandante de las fuerzas navales argentinas nacido en Irlanda. El otro, claramente, son las Malvinas. Algunos locales todavía le guardan cierto desprecio (y con justa razón) a los ingleses”.
-Teniendo en cuenta que trabajaste en un hospital, ¿cómo fue la situación durante la pandemia?
Las primeras semanas daba un poco de miedo moverse dentro del entorno de un hospital. Mi trabajo en ese momento consistía en llevar la comida a las habitaciones de los pacientes. Si bien el contacto no era tan directo como el que puede tener el personal médico, había algo de preocupación por contagiarse. Pero después me acostumbré y la verdad que fue mucho mejor poder trabajar durante ese periodo y sociabilizar en esos dos años. Fue bastante evidente cómo afectó mentalmente a tanta gente el encierro. Aunque las restricciones en Irlanda fueron mucho menores que el resto de los países europeos (Irlanda tiene apenas 5 millones de habitantes), entonces uno podía moverse con mucha más libertad por la calle.
-¿Qué dirías que es lo más conveniente de vivir en Europa?
Estabilidad económica, es más sencillo ahorrar y poder viajar. Al ser mucho más chico y estar mejor conectado, es fácil agarrar un vuelo y en pocas horas estar en un lugar completamente distinto. Cuando tengo vacaciones trato de no repetir el mismo destino, este año visité Albania y quedé fascinado con los Balcanes, aunque también la inflación en Europa se siente y aquellos vuelos súper baratos pasarán dentro de poco a ser una cosa del pasado.
-¿Extrañás Mar del Plata? ¿Tenés pensado volver en algún momento?
Además de la familia y los amigos, extraño la comida. En Argentina en general extraño el verano, poder cenar tarde, quedarse de sobremesa con amigos hablando hasta la madrugada, los cumpleaños al aire libre. Poder comprar helado en cualquier época del año y que se venda por kilo. Siempre que puedo vuelvo a mi ciudad y trato de quedarme la mayor parte del tiempo posible, no descarto la posibilidad de volver, o quizá tener un pie acá y otro allá en un futuro no muy lejano. Escapar del invierno europeo y del invierno marplatense.
-¿Qué opinás de los que dicen que los argentinos van al extranjero a hacer trabajos que no hacen en el país?
Siempre esa frase suele venir de quienes nunca estuvieron fuera de Argentina, quizás sólo para irse de vacaciones; esconde un poco de resentimiento innecesario. La gente no haría esos trabajos en el país básicamente porque el sueldo no es ni por asomo el mismo, y no hay nada de denigrante en limpiar casas o lavar platos. Ese tipo de trabajos afuera no sólo se paga mejor, sino que además es más flexible. Tengo amigos que vienen a trabajar por la temporada a hoteles, quizás trabajen seis días a la semana, pero ahorran lo suficiente y después están cuatro meses de vacaciones. Eso en Argentina no lo podés hacer.