Trabajar en el Siglo XXI: los nuevos empleos que ya son parte del paisaje laboral argentino
El home office, el trabajo remoto y los emprendimientos online se convirtieron en la norma para miles de personas.
En un contexto de transformación tecnológica, precarización y cambios en las formas de consumo, millones de argentinos y argentinas se reinventan para sobrevivir con ocupaciones que hace veinte años ni existían.
El mercado laboral argentino ya no se parece al de décadas anteriores. La oficina, el reloj de entrada, la relación de dependencia y el contrato estable quedaron lejos para buena parte de la población activa. En su lugar, emergen nuevas formas de trabajo: digitales, autónomas, flexibles... y muchas veces inestables. Son los empleos del siglo XXI, una constelación diversa de oficios que surgen al calor de la tecnología, la informalidad y la necesidad de subsistir.
Un cambio profundo y acelerado
La irrupción de Internet, la digitalización de servicios, el auge de las plataformas y el desarrollo de la inteligencia artificial transformaron los modos de producir y de trabajar. La pandemia de COVID-19 aceleró esa transición: el home office, el trabajo remoto y los emprendimientos online se convirtieron en la norma para miles de personas.
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En paralelo, la caída del empleo formal y las dificultades para acceder a un puesto estable obligaron a muchos a buscar alternativas. El resultado: una nueva generación de trabajadores y trabajadoras que ya no esperan entrar a una empresa, sino crear su propio espacio laboral.
¿Cuáles son estos nuevos trabajos?
En la Argentina actual, los empleos del siglo XXI abarcan múltiples formatos:
Freelancers digitales: programadores, diseñadores, redactores, traductores, community managers y más. Trabajan por proyectos, muchas veces para el exterior, y cobran en dólares o criptomonedas.
Trabajadores de plataformas: repartidores y choferes que operan a través de apps como Rappi, PedidosYa, Uber o Cabify. Están entre la flexibilidad y la falta de derechos laborales.
Creadores de contenido: influencers, youtubers, tiktokers o streamers que viven de la publicidad, los patrocinios o la monetización en redes sociales.
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Emprendedores digitales: personas que venden productos o servicios por Instagram, Mercado Libre o WhatsApp. Desde ropa usada hasta asesorías profesionales.
Empleos remotos: roles que permiten trabajar desde casa o desde cualquier lugar. Son comunes en tecnología, atención al cliente, soporte IT o administración.
Cooperativas y autogestión: en sectores con poco empleo formal, trabajadores se organizan en cooperativas. Ocurre en rubros como el textil, reciclado, gastronomía o limpieza.
Economía del conocimiento: incluye big data, inteligencia artificial, biotecnología, software y robótica. Argentina tiene uno de los sectores más fuertes de la región en este campo.
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Asistentes virtuales y coaches online: servicios remotos para administración, asesoramiento, formación o acompañamiento personalizado.
Cripto-trabajadores: desde quienes invierten o minan criptomonedas, hasta quienes ofrecen servicios financieros con activos digitales.
Testers de videojuegos y moderadores de contenido: empleos digitales en expansión que implican probar juegos o revisar publicaciones para plataformas.
El caso OnlyFans: entre la exposición y la independencia económica
Una de las plataformas más controvertidas y a la vez más rentables de los últimos años es OnlyFans, donde miles de personas —en su mayoría mujeres jóvenes— comercializan contenido exclusivo, muchas veces de índole erótica. En Argentina, esta modalidad ganó popularidad sobre todo en pandemia, como vía alternativa de ingresos en un contexto de restricciones y desempleo.
Con sus claroscuros, el fenómeno expone una nueva forma de trabajo digital, que mezcla autogestión, uso de redes, marketing personal y exposición pública. Algunas creadoras argentinas llegaron a ganar más que en empleos formales, mientras que otras relatan el desgaste emocional o los riesgos vinculados a la privacidad.
El debate sobre el rol de este tipo de plataformas en la economía actual ya está instalado, entre quienes celebran la autonomía que otorgan y quienes advierten sobre la falta de protección legal, el estigma social y la cosificación.
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Libertad sí, derechos no siempre
Muchos de estos trabajos ofrecen autonomía horaria y geográfica, algo valorado especialmente por las generaciones más jóvenes. Pero esa libertad suele venir acompañada de inseguridad económica, falta de aportes, licencias o cobertura médica.
Según un informe de CIPPEC, más del 40% de quienes trabajan en Argentina están fuera del sistema tradicional de seguridad social. La figura del monotributo, cada vez más extendida, es una solución parcial que no alcanza a cubrir todos los derechos laborales.
¿Hacia dónde vamos?
El futuro del trabajo en Argentina se construye sobre estas tensiones: entre la flexibilidad y la precariedad, entre la innovación y la exclusión. Mientras tanto, los nuevos empleos del siglo XXI siguen creciendo, modificando el paisaje laboral y desafiando a sindicatos, gobiernos y empresas.
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