Sin gas y sin respuestas: ¿cómo llegamos al colapso del sistema en Mar del Plata?
Una ola polar paralizó a Mar del Plata, pero lo que colapsó no fue solo el termómetro: fue una red de gas natural que hace años opera al límite.
Mientras se suspenden clases, se apagan calderas y se cierran comercios, la ciudad paga las consecuencias de promesas inconclusas, desinversión estructural y falta de previsión.
Este jueves, Mar del Plata se despertó con una noticia que muchos ya intuían desde el frío: sin gas, no hay ciudad. La ola polar que azota al país dejó a miles de vecinos sin calefacción, forzó la suspensión de clases en todos los niveles y cerró comercios, shoppings, piletas climatizadas y estaciones de GNC. La crisis energética estalló en los caños. Y no es una metáfora.
Lo que está ocurriendo en Mar del Plata no es un accidente climático, ni un imprevisto técnico: es el desenlace lógico de un sistema de transporte y distribución de gas natural que desde hace años funciona en su máxima capacidad operativa y no admite la incorporación de nuevos usuarios sin obras de refuerzo. Es decir: estaba al borde. Y cayó.
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Obras prometidas, obras pendientes
En febrero de 2017, el Ministerio de Energía y Minería de la Nación anunció el proyecto de "Ampliación del Sistema de Transporte y Distribución de Gas Natural". Se prometieron $1.078 millones de inversión, un plazo de ejecución de 12 meses y una mejora estructural que permitiría el acceso a 84.500 nuevos usuarios. Hoy, ocho inviernos después, el 13,7% de los hogares aún depende de garrafas o tubos y la red urbana sigue saturada.
Los números lo dicen todo: el 86,3% de las viviendas tiene acceso legal a la red, pero en zonas como Las Margaritas, El Sosiego o barrios de las zonas 3 a 7, la cobertura apenas roza el 50%. En lugar de ser una infraestructura de base, el gas natural se volvió un privilegio geográfico.
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El cuello de botella energético
Mar del Plata recibe el suministro a través del gasoducto troncal NEUBA, operado por Transportadora Gas del Sur S.A., que se ramifica en el Gasoducto Tandil-MdP y el Gasoducto de la Costa, ambos bajo responsabilidad de Camuzzi Gas Pampeana. Estos caños transportan un volumen máximo de 3.900.000 m³ diarios. Pero la demanda real, en días de bajas temperaturas, supera con holgura ese número.
Cuando la red se satura, la prioridad es clara: hospitales, centros de salud, comedores. El resto, queda librado a cortes rotativos, baja presión o directamente a la nada. Los reclamos se multiplican, pero no hay margen técnico ni plan de contingencia inmediato.
Una crisis silenciosa
A lo largo de los años, distintos informes técnicos y censos urbanos advirtieron sobre esta situación. Incluso la Encuesta de Percepción Ciudadana 2016 señalaba ya una frecuencia mayor de cortes en zonas vulnerables, como la zona 4. Pero el problema se fue licuando en excusas burocráticas, cambios de gestión y prioridades políticas.

El sistema de gas natural en Argentina se organiza en tres segmentos: producción, transporte y distribución, todos regulados por la Ley 24.076 y controlados por el Ente Nacional Regulador del Gas (ENARGAS). Pero en los hechos, la supervisión sobre los planes de inversión y mantenimiento ha sido más formal que efectiva.
La Municipalidad activó un protocolo de crisis y anunció que TGS derivará mayor volumen de gas a la compresora que abastece a Mar del Plata, para permitir que Camuzzi restituya la presión. Pero no es más que un parche frente a un agujero estructural. La pregunta no es cuándo volverá el gas, sino cuánto falta para que vuelva a pasar.
Mientras tanto, la ciudad espera, aterida y paralizada, la solución de un problema que todos veían venir. Solo faltaba que bajara la temperatura.
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