“Pato” Garino: “Me sigo divirtiendo como cuando tenía 12 años”
“El sábado soñé que alguien me mandaba un mensaje en inglés y me decía: ‘Te estás poniendo gordo, no estas entrenando, sos un boludo’. Cuando me desperté, me tuve que ir a correr a la costa”. Patricio Garino está de vacaciones, pero como en cada receso, pasa más tiempo en el club Unión que en su casa. En realidad, para “Pato”, el primer marplatense en llegar a la NBA, no hay mejor casa que Unión. Cada mañana, llega a la cancha principal, agarra la pelota y se entrena. Solo, con algún basquetbolista del club o con el preparador físico Sebastián Maffia. En 23 años, nunca regaló nada y menos lo va a hacer ahora, privilegiado de formar parte de la mejor liga del mundo.
“Esto no es sacrificio, está en uno mismo. El deporte es esa droga que no te deja parar. Yo pensaba parar dos semanitas así recuperaba el cuerpo, pero no llegué ni a la semana y ya el cuerpo me pedía entrenar”, le contó el alero de Orlando Magic a El Marplatense. Claro, después de jugar cinco partidos en la franquicia, quiere ganarse su lugar en el plantel definitivo para la temporada que viene. Por eso, hasta el 20 de mayo seguirá un plan estricto en Mar del Plata. Aunque con su autoexigencia ya sería suficiente. “El plan de entrenamiento va a llegar la semana que viene, pero yo creo que es un poco de obsesión de uno. Para mí, venir al club es más alegría y diversión, que trabajo. Esta es mi casa, mi familia. Aunque no quiera entrenar, venir acá ya me tienta para hacer algo”, explicó.
Garino se destacaba demasiado en Unión y a los 17 años decidió irse a Estados Unidos para perseguir su sueño de NBA. Terminó la secundaria en Montverde Academy (Orlando) y pasó a George Washington, donde consiguió un campeonato y una graduación universitaria. Tras darse el gran gusto de formar parte de la pretemporada de San Antonio, pasó a la filial del equipo y se transformó en figura de los Austin Spurs. Hasta que el llamado de Orlando lo tomó de sorpresa. “Fue un sueño cumplido pero llegó abruptamente. No lo esperaba en ese momento. Yo estaba jugando el último partido de D-League, me llamaron y me dijeron: “Mañana te vas a Orlando”. No tuve tiempo de procesar nada”, comentó.
-¿Qué sensaciones tuviste en los cinco partidos que jugaste en la NBA?
-Fue una mezcla de alegría, de emoción, de un sueño cumplido, pero al mismo tiempo esa ansiedad, un poco de nervios, de presión a mí mismo de querer demostrar un poco de más. Se me subió un poco eso a la cabeza, pero aunque el tiro no haya entrado, me dijeron que jugué muy bien. Lo que ellos querían de mí era la agresividad, la defensa y eso no lo voy a perder. Que entre la pelota es un plus y no estoy preocupado por eso.
-¿Cómo quedó el vínculo para la temporada que viene?
-Tengo contrato con el equipo, pero sin garantizar. Voy a estar en la pretemporada y queda a decisión de ellos. Si no llego a quedar, hay un pacto verbal y voy a estar entre los 17 jugadores de NBA y voy a ser parte D-League y parte NBA. Pero el objetivo, obviamente, es estar entre los 15.
-Hay deportistas que dicen que sienten la carrera como un trabajo y no tanto como una pasión. No es tu caso…
-Al fin y al cabo, es como vivimos. Esta es nuestra fuente de trabajo. Pero no lo siento como tal. Yo me sigo divirtiendo como cuando tenía 12 años. Sea con quien sea, con cualquier grupo de chicos, de entrenadores, en cualquier lugar. Una vez que estás en la cancha, picando la naranja, es diversión.
-Vos marcás que querés ser un jugador funcional, con un rol determinado, para que cualquier equipo pueda tomarte…
-Totalmente, soy consciente de que voy a ser un jugador de rol. Con los años voy a querer mejorar y aportar algo más al equipo, pero hoy en día soy un jugador defensivo, con agresividad, que trae energía al equipo y ganas de seguir adelante sea cual sea el tanteador. También meter los tiros abiertos. A futuro uno quiere mejorar y ser un jugador muy completo, pero hoy soy consciente de la situación en la que estoy.
-¿Qué representó la experiencia en Austin Spurs?
-La verdad que hago un balance totalmente positivo de esa experiencia. Creo que jugando en cualquier otro equipo no hubiera tenido el protagonismo y los minutos que tuve en Austin. Jugué más de 30 minutos en 55 partidos, con mucho protagonismo, haciendo cosas que yo no estaba acostumbrado, jugando mucho pick and roll, teniendo la pelota en la mano y aprendiendo ese ritmo de juego que es tan distinto a FIBA. Jugué con jugadores de más nivel, de más físico y más atléticos que en la universidad. Me sentí contento con esa decisión y con el cuerpo técnico, que me dio mucha confianza.
-¿Cómo te afectó el cambio en cuanto al ritmo de juego?
-Me siento cómodo, eso no me tiene preocupado. Pensé que el salto de D-League a NBA iba a ser mucho más pesado. Obviamente que fue un cambio repentino pasar de la universidad a la D-League. Hay jugadores que han jugado en la NBA, que tienen varios años de experiencia, jugaron en Europa. Yo creo que el atletismo de todos los jugadores cambió un montón y eso se notó al principio. Tuve la suerte de ir de Río a San Antonio, de San Antonio a Austin y esa transición me ayudó mucho. Pero hubo chicos que saltaron de la universidad directo a la D-League y se notaba ese cambio. En la Universidad es más lento, se juega con 30 segundos de posesión y no hay tanta explosión.
-San Antonio es una franquicia soñada para cualquier basquetbolista FIBA. ¿Qué particularidades notaste al formar parte del equipo?
-Me quedé con muchas cosas. De los Spurs, podría hablar horas, por lo que es la franquicia, lo que es Duncan, lo que es el equipo y, en especial, la experiencia con Manu (Ginóbili) y con Lapro (Nicolás Laprovíttola) a la vez. Es algo que no me voy a olvidar nunca. Fue una transición increíble de la Universidad a mi primer año como profesional.
-¿Cómo es Popovich?
-Distinto. Es una persona que está tres pasos más adelante que todos. Es raro, por momentos está muy tranquilo, muy calmado y por otros le salta el chip. Pero siempre sabe qué situación va a pasar en cada momento, qué tenes que hacer. La verdad que es un entrenador distinto.
-¿Es cierto que en la etapa preparatoria entrena los aspectos más básicos de la técnica?
-Sí, lo que marca son esos detalles que parecen minúsculos o tontos hoy en día. Los remarca porque sabe que esa es la diferencia del juego. Y te lo hace notar en los entrenamientos: si alguno lo toma como broma, él te hace notar que es totalmente serio.
-¿Cómo te afectó la decisión de San Antonio de bajarte a la D-League?
-Obviamente que a uno lo afecta de una u otra manera. Estaba el sueño de quedarme en San Antonio, pero me puse contento de que sea “Lapro” (Nicolás Laprovittola) el que tenga la posibilidad de hacerlo. Yo tomé otro camino y no voy a negar que estaba triste, pero el bajón no me pegó fuerte. Era consciente de que era una posibilidad y que el camino secundario no era algo malo tampoco. Estuve a 100 kilómetros de Manu y de “Lapro” por mucho tiempo, los iba a ver jugar, “Lapro” vino a verme… Estuve contenido en todo momento y esa relación se prolonga hasta el día de hoy.
“FUI UN PRIVILEGIADO DE CAER DONDE CAÍ"
Pese a dejar Mar del Plata con 17 años, a “Pato” Garino no le resultó difícil instalarse en Orlando y terminar la secundaria en Montverde. “Creo que fui inconsciente. Yo fui con un objetivo en la cabeza y en el momento no lo pensé mucho. Tenía 17 años y pensaba que la NBA estaba bastante lejos. Pero creía que ese camino me iba a acercar cada año un poquito más hasta llegar. Pero no pensé en lo que era dejar la familia atrás, dejar mis amigos… Igual, no te voy a mentir, llegué al colegio el primer día con 40 grados de fiebre y anginas por el cambio. Si no hubiese sido por mi vieja, que me mantuvo calmado, hubiera vuelto a Argentina”, admitió. “Pero pasaron dos días y me sentí como en mi casa. Tuve la suerte de tener gente que me apoyó en todo momento, tuve familias tutoras, amigos de todo el mundo. La verdad que fui un privilegiado por caer donde caí, porque ellos me abrieron las puertas para ayudarme en todo sentido”, remarcó.
-¿Te duró un par de meses eso de extrañar y querer volver?
-Fue la primera noche, que me quedé en un hotel. Al otro día ya le dije: “Bueno mami, cuando quieras volvé, eh. Ya estoy bien” (Risas).
-En tu proceso formativo, Scola te invitó a entrenar con él. Ese debe haber sido un gran privilegio…
-La verdad que entrenar no sólo con él, sino con todos los integrantes de la Selección, ha sido una experiencia increíble, porque uno los tiene de ídolos desde chico. Poder compartir una cancha, un momento o una charla con ellos, te deja un montón. Podés estar con ellos años enteros que seguís aprendiendo todos los días. Luis es la máxima expresión de trabajo, de sacrificio, de responsabilidad. Lo demuestra todos los días, esté donde esté, esté jugando o no… Han pasado días del padre en los que hemos hablado y él no estaba con sus hijos, estaba haciendo pesas en el gimnasio de su casa. Es un obsesivo con todas las letras y es el ejemplo claro de lo que es el compromiso y la responsabilidad.
-Vos tomás la carrera de la misma forma, ¿se sufre al perder esos momentos con la familia?
-Yo tuve la suerte de que mi familia me apoyó en todo momento. Nadie les dijo a mis viejos que eran unos locos por dejarme ir. Ellos sabían que yo de chico quería jugar al básquet y me respetaron y me apoyaron en todo momento. Creo que una sola vez estuve triste, que fue en el primer cumpleaños de mi viejo. Después, para mí todos los días son días de entrenamiento. No hay diferencia.
-Siempre fuiste metódico, con contracción para el entrenamiento. ¿Te sale natural o te costó lograr esa mentalidad?
-Yo creo que está dentro mío. Mi viejo me ayudó mucho con esto. Me dijo: “Siempre hay uno mejor que vos”. Con el tiempo, cuando subí un poco de nivel, me di cuenta que no soy el más talentoso de todos, que lo que estoy logrando me lo gano con mi esfuerzo y con mi trabajo. Sé que no soy el más atlético, ni el más fuerte, ni el mejor tirador ni el mejor penetrador. Trato de trabajar día a día para seguir mejorando en cada aspecto. Pero creo que una vez que lo incorporás de chico, no lo tomás como sacrificio. A mí, levantarme a la mañana e ir a tirar al aro me pone contento. Este año, que fue mi primero como profesional, que no tuve que estudiar ni hacer otra cosa, me levantaba solo a las 7 de la mañana, contento y diciendo: “Mi trabajo es jugar al básquet”. Soy un privilegiado y este fue uno de los años más felices de mi vida.
-¿Cómo es la exigencia de la NBA con el entrenamiento?
-Allá sos totalmente profesional. No tenés a nadie que te esté rompiendo las bolas, diciendo que tenés que entrenar todo el día. Cada uno es dueño de su cuerpo y dueño de su juego. Si vos querés entrenar, entrenás. Si no querés, nadie te dice nada. Después, uno ve los resultados en la cancha y ellos tienen todo el derecho de “cortarte” o dejarte sin trabajo. En la temporada, no hay mucho tiempo para entrenar por los viajes y por tantos partidos que jugás. Uno tiene que ser consciente de que es dueño de su cuerpo y tiene que hacer todo lo posible para estar de la mejor manera. Ellos te brindan todos los recursos que necesites, pero no te van a estar taladrando la cabeza con que tenés que estar todos los días en la cancha.
-¿Te encontraste con cosas extravagantes en la NBA?
-Sí. Uno piensa que la NBA es un lujo, algo extravagante, y me di cuenta que no es eso: es más todavía. Los viajes en avión privado, hoteles 5 estrellas, el trato de la gente en la ciudad… En San Antonio se notó más, por tantos años que lleva la franquicia. Te hacen sentir distinto, pero hay que mantener los pies sobre la tierra.
-¿Y cómo es el trato con los compañeros?
-Tanto en San Antonio como en Orlando, todos los jugadores tuvieron muy buena onda desde el principio. Saben cómo es el negocio, cómo se maneja todo. Los jugadores van y vienen todo el tiempo. Ahí cada uno está haciendo su trabajo. Hay casos y casos, pero en general, contento con todos.
“NUNCA LE VOY A DECIR QUE NO A LA SELECCIÓN”
-Tuviste un 2016 muy fuerte con la Selección, jugaste los Juegos Olímpicos. ¿Qué te quedó de esa experiencia y qué pensás para lo que viene?
-Los Juegos Olímpicos fueron lo máximo que me ha tocado en mi carrera profesional. Está casi al lado de mi debut en la NBA. La verdad que la pasión que tengo por la celeste y blanca no se compara con nada. Es mi máximo recuerdo, especialmente por cómo se dio la situación. Cada partido fue increíble. Como soy yo, nunca le voy a decir que no a la Selección. Aunque ahora llega una etapa distinta en mi vida, soy profesional por primer año y eso es algo que voy a tener que manejar con mi representante, con la franquicia y con la Selección, para poder estar presente todos los años.
-Este año, con un recambio más pronunciado…
-Sí, se va sintiendo un poco más el recambio pero estamos contentos. Los jóvenes estábamos esperando hace tiempo este desafío, estas ganas de tener más protagonismo en cancha. Se va a notar la diferencia al principio, pero nosotros queremos hacer lo posible pasa que esas ausencias no se noten y ser, por qué no, mejores que ellos.
EL ORGULLO POR LA CAMPAÑA DE UNIÓN
-¿Cómo viviste a la distancia la campaña de Unión en el Torneo Federal?
-Al principio tal vez fue el primer torneo de varios, del club en sí. Se notó un poco la diferencia y se notaron los nervios al cerrar los partidos. Pero después del receso se notó ese cambio: estaban más cómodos, más confiados. Se reflejó el entrenamiento que hicieron todos los chicos. La mayoría trabaja durante el día y juega a la noche, pero se dieron cuenta que era necesario entrenar todos los días y estar enfocados en esto. Quedó el sabor amargo del final porque el equipo estuvo cerca de poder continuar. Pero han hecho una campaña sensacional y para el club es histórico jugar en ese nivel. Creo que este primer torneo va a ser un buen parámetro para lo que se viene.
-¿Cómo se hace para bajar de la NBA al club de barrio, el de toda tu vida?
-No, no es bajar, esto no se olvida. Unión es mi casa, mi familia. Yo paso más horas acá que con mis viejos cada año que vengo. Tienen que venir al club para tomar un café conmigo… Estoy con los chicos de siempre. Obvio que la vida cambia, hay chicos que se ponen de novio, algunos trabajan, otros estudian y tal vez no estamos las 24 horas juntos en el club. Pero estar acá es como volver a los viejos tiempos.