“No estamos varados, estamos viviendo una experiencia de vida en la Antártida”
Daniel Bertagno y Ricardo Rivas, periodistas marplatenses y docentes del Instituto Universitario River Plate, viajaron a la Antártida para cerrar el año académico con estudiantes que cursan desde las bases emplazadas en el continente. El clima les cambió los planes y lejos del dramatismo, aseguran que están viviendo una experiencia única.
Por Martín Zelaya
"Los viajes suelen ser una de las formas más lindas de estudiar", me solía decir un docente, yo entendía en ese momento que era porque uno sale de la burbuja propia y conoce otras comunidades y costumbres. Ahora, con el tiempo también entendí que los viajes -a veces- no son perfectos y pueden representar todo un desafío a la hora de resolver imponderables, contratiempos. Y eso, también es aprendizaje.
Eso mismo están viviendo los periodistas y docentes Daniel Bertagno y Ricardo Rivas, quienes viajaron a la Antártida para acompañar académicamente a tres estudiantes del Instituto Universitario River Plate que cursan desde distintas bases del continente blanco: Melina Martínez (Base Esperanza), Luisina Manucci (Base Carlini) y un estudiante uruguayo en Base Artigas.
Lo que debía ser un viaje relámpago de 36 horas se transformó en una estadía de más de dos semanas. “Hoy es el día 17, El Hércules C-130 nos dejó el 15 de noviembre y al día siguiente el clima se dio vuelta: nieve, viento de 100 kilómetros por hora, frío y acá estamos, esperando volver”, contó Bertagno a El Marplatense.
“Estamos igual que cualquier pasajero cuando te dicen ‘no se vuela’. Solo que estamos un poquito más lejos. Nada más”, explicó Ricardo Rivas.
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“No estamos varados, no estamos atrapados. Esto no es 1904 ni somos exploradores perdidos. La base está preparada para condiciones mucho peores”, aclaran. “Acá estamos seguros, calefaccionados y hasta hay días lindos en los que podés salir y ver el mar completamente congelado”, explicaron ambos.
La misión académica —que incluyó la primera clase sincrónica desde la Antártida hacia el mundo, seguida por estudiantes y profesores desde Europa y Latinoamérica— se transformó en aprendizaje puro. El viaje dejó de ser un trámite institucional para convertirse en una inmersión profunda en la vida antártica.
“Empezamos a aprender un montón de cosas que no imaginábamos. Las bases son como ciudades de hierro. Todo elevado, porque por abajo pasa el hielo. La logística es impresionante”, comentaron.
“No ver un perro, ni una gaviota, nada… es rarísimo. Es un lugar totalmente inhóspito para la vida animal que estamos acostumbrados”, explicó Bertagno.
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“Tampoco faltan anécdotas que muestran el costado humano, desde las charlas que se dan entre los compañeros de las bases, los recuerdos familiares, por ejemplo”, destacó Rivas.
"Acá hay un repostero que hace unas tortas fritas para suicidarse, y Daniel va por el bizcocho número 17”, comentó entre risas Rivas.
“Los cumpleaños se celebran entre todos y hay desde tortas que tienen el azul y oro pintado por Boca. Y anoche una helicópterista entró a cenar con la camiseta de River y la ovacionamos”, recordó Bertagno.
“Queremos volver a Mar del Plata y tomar un cafecito con medialunas, que son únicas”, añora Rivas, como quien ya saborea el regreso. Mientras tanto, esperan que el clima permita volar. Podría ser el lunes o a principios de la semana entrante.
Como decía mi profesor, “viajar siempre es estudiar”. Solo que, a veces, se nos plantea un nuevo interrogante el cual no lo tenemos en mente o no llegamos a considerarlo. Como esta misión académica, que se convirtió en una experiencia de vida.

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