Los Payas, el juego y el humor como herramientas terapéuticas
Lo lúdico, el humor y la fantasía pueden ser herramientas terapéuticas para aquellas personas que estén atravesando una dura situación de salud. Lo saben Los Payas, los integrantes de esta ONG marplatense de clown comunitario y hospitalario, que desde 2009 vienen realizando esta tarea en diversos espacios, entre ellos el Hospital Materno Infantil. Y lo saben aquellas personas, desde niños a ancianos, que han recibido la presencia de estos payasos dispuestos a un “abrazón” por un momento de alegría.
Los Payas llevan adelante una labor autogestiva e independiente y tienen como objetivo brindar un servicio a la comunidad, contribuyendo a mejorar el bienestar y calidad de vida de las personas a partir de la creación de aspectos saludables. “Consideramos necesaria esta labor para la población hospitalaria y comunitaria, ya que, en nuestra concepción del clown, este es un puente para transmitir alegría, juego, poética, fantasía, inocencia y sobre todo amor. Fomentando de esta manera el aspecto resiliente del ser humano”, contó una de las integrantes de la ONG, Daniela Silva.
La agrupación surgió “de la necesidad de un grupo de personas de compartir la herramienta del clown en espacios vulnerados”. Formados en 2009, ya para junio de 2010 lograron la consolidación legal como ONG. Desde entonces, un equipo de voluntarios previamente capacitados en la técnica del clown lleva adelante esta tarea.
Si bien en Mar del Plata no hay un espacio de formación específica para el clown comunitario, otra de las integrantes de Los Payas, Lorena Mecqui, contó a El Marplatense que ellos han desarrollado una formación específica que han sistematizando a lo largo de este tiempo: “Las personas que sumamos tienen que tener al menos un año de formación en la técnica actoral del clown, conocimientos humanitarios, voluntad de servicio y luego se brindan las herramientas específicas del payaso de hospital que las formamos nosotros mismos”.
Y hay, dentro de la organización, dos roles diferenciados, está el clown y el “de civil”, que es quien se encarga de cuidar el juego del payaso y es el mediador de la comunicación en general.

RISAS Y SOLIDARIDAD
En el origen de Los Payas, algunos de sus integrantes venían del Programa de Asistencia a Niños con Enfermedades Terminales (PANET), un programa de la Facultad de Ciencias de la Salud y Ciencias Sociales, muchos con formación en clown. Otros, habían participado del “Club del Sábado”, con experiencia en clown comunitario. Inspirados, además, en personajes e instituciones como Patch Adams, Wendy Ramos, el proyecto BolaRoja o los Doctores de Alegría.
Desde el 2010, Los Payas realizan intervenciones, los viernes y sábados, en el Hospital Materno Infantil, actividad que fue paralizada durante la pandemia de Covid 19, que los llevó a incursionar en la virtualidad articulando con el área de Salud Mental “con resultados muy positivos”, contó Silva. En ese período de incertidumbre que vivió la sociedad a nivel mundial realizaron “abrazones” al Hospital e hicieron intervenciones en el área de consultorios externos. Desde hace un par de meses, han podido volver a ingresar a las habitaciones.
Como toda actividad autogestiva, se vale del apoyo y la constancia de quienes participan, pero además del compromiso de la sociedad en su conjunto. Mecqui detalló que la pandemia bajó la cantidad de voluntarios y que actualmente son unas 15 personas la que participan: “La comunidad nos ayuda bastante, ganamos un presupuesto participativo en 2012 y llegamos a tener casi 50 voluntarios. Ahora contamos con la ayuda de los socios voluntarios, y en cada evento que podemos hacer con la comunidad que nos sigue y nos apoya en las redes, se difunde nuestra tarea”.
“Conectar” es una palabra que surge inmediatamente en cada charla. Llegar al otro. Mecqui contó que “el payaso hospitalario trabaja sobre los derechos de los niños, el derecho al juego, a la sonrisa. A poder permitir o no una intervención, a desdramatizar la situación hospitalaria, y a conectar con la humanidad dentro de un contexto no natural para los niños o para la persona hospitalizada. Y conectar con la esencia de lo humano, de lo más amoroso, lo convierte al clown en una herramienta terapéutica”.
Por ejemplo, una de estas herramientas es el “abrazón”, en el cual “se fomenta el abrazo, la conexión de la mirada y la empatía” explicó Silva.
El trabajo de Los Payas se puede ver en el Materno Infantil, pero también en instituciones de la ciudad como comedores, centros de día, geriátricos o todos aquellos espacios que son decididos de forma grupal a través de las propuestas que se acercan y las decisiones que se toman en comisión.
UNA EXPERIENCIA DEBIDA
Claro que la experiencia del clown comunitario es una que se define en la entrega al otro. Pero ¿qué pasa por el interior de una persona que se dedica a esta actividad? ¿Cuánto de eso que realiza le vuelve y le genera una mezcla de sentimientos y sensaciones que pueden ir de la emoción a la gratitud? Néstor Plaza es guía nacional y técnico en turismo, pero también electricista y desde hace doce años hace mantenimientos de edificios y viviendas. Y es, desde hace cinco años y medio, uno más de Los Payas que recorre salas de internación y asilos llevando alegría.
La historia de Néstor es una sumatoria de casualidades. O no. Porque uno de sus recuerdos de la infancia es el circo, cuando sus padres lo llevaban junto a sus hermanos, y especialmente los payasos: “El momento que salían los payasos, desde el humor, la risa, las carcajadas, era el momento más feliz mío dentro del circo”. Pero también los días frente a la tele mirando a Carlitos Balá o a Gaby, Fofó y Miliki.

“Todo lo que era humor me llevaba a disfrutar. Y se intensificó, ahora que soy protagonista. Ahora el clown lo vivo en mi cuerpo, soy lo que quizás siempre estuvo desde chico y de grande lo pude transitar, liberar de alguna forma. Y poder tomarlo como ese otro ser que habita dentro de uno. Nuestro niño interior, que está ahí y está latente”, cuenta Plaza como síntesis de un camino que transitó inconscientemente y que ahora reflexiona como “una devolución después de tanto tiempo a la familia”.
Decimos inconscientemente, porque el camino de Néstor hasta este presente se precipitó en la última década. Primero fue en su rol de docente en el bachillerato popular del América Libre, lo que lo llevó a proponer juegos para desestructurar a los estudiantes. Fue ahí donde se enteró del taller gratuito de realización audiovisual “Videofactoría” que brindaba la Municipalidad. En ese taller, el trabajo final, era la realización de un cortometraje. Y ahí lo accidental, este momento que nos quiere decir algo, nos sugiere: al momento del casting, cuando se probaban los posibles intérpretes, la ausencia de uno de los actores lo llevó a Néstor a probarse sólo para acompañar a la actriz. Fue ahí que descubrió que había algo con la actuación.
Así se dio el incentivo, el paso adelante, la decisión de ir por ese lado. Y realizó cursos de actuación, talleres, incluso seminarios y clases de clown para incorporar otras herramientas actorales. Pero faltaba el empujón final. Y en una muestra del grupo de teatro, un amigo, integrante de Los Payas, le dijo que se presente a la convocatoria que realizaba la ONG. “Vos estás re loco”, fue su respuesta.
Sin embargo, la epifanía llegó de golpe y porrazo. Literalmente. Porque un día, en su trabajo de electricista, Néstor cayó desde lo alto de una escalera y terminó desvanecido, internado tres días en la terapia del Hospital Regional. Fue casi un acto de circo, el payaso que se golpea. Y fue Marina, su compañera de vida, la que le hizo tomar la decisión. En una visita al hospital le llevó la nariz roja de payaso. “A partir de ahí me cambió la vida porque fue un planteo personal, porque tenía esta hermosa herramienta del clown y algo a la salud pública le tenía que devolver”, confesó Néstor.
Para “Rulesky”, tal su nombre de payaso, el arte es algo muy importante “porque nos enriquece como seres humanos. Es esa liberación que tenemos las personas a través de cualquier arte que elijamos, y a mí con el clown me pasa eso. Yo no sé cantar, pero el clown me libera a hacer eso. A través del clown he tocado instrumentos sin saber tocar un instrumento. Es liberador, lo que nos hace seres humanos íntegros”.
Pero las casualidades, los gestos del destino, no terminan acá. Quiso que la primera experiencia de Néstor como “Paya” se diera un 27 de abril, que es el día de su cumpleaños, y que ese día se congregara toda su familia en el teatro. Sin embargo, en determinado momento vio a su hermana salir raudamente de la sala con su hija recién nacida. La situación le generó curiosidad y salió al hall del teatro, para encontrarse con un panorama desesperante: la bebé, Candela, se estaba ahogando, no respiraba.
“Candela se nos iba. Nadie podía reanimarla. Y ahí decidí meterle el dedo en la boca. Y fue cuando Candela hizo un suspiro muy grande y volvió en sí. Yo estaba de clown, como mi personaje. Y fue muy loco porque no fui yo, Néstor, quien salvó a Candela, la salvó el payaso”, relató con emoción.
Esa, la misma emoción, que es la que “Rulesky” vive en cada visita al hospital. “Esas miradas tiernas, cómplices. Me quedo pensando en los ‘abrazones’ que hacemos, los ‘abrazos voladores’ que están ahí, intensos. En cómo se prenden al juego con los payasos y, cuando nos vamos, nos siguen buscando. Y te quedas ahí en una nube volando. El payaso es el medio que me hace volar como persona”.