La aldea de Transilvania donde la felicidad se cultiva en comunidad
En una región marcada por la historia y el misterio, los habitantes de Karácsonyfalva restauraron un modelo ancestral de propiedad comunal. Tradiciones centenarias, sostenibilidad y cooperación definen una forma de vida que desafía al individualismo moderno.
En el corazón de Transilvania, la comunidad de Karácsonyfalva logró lo que parece impensado en tiempos de hiperconectividad y consumo: cultivar la felicidad a través de la vida colectiva. Guiados por su líder Orbán Csaba, restauraron el sistema ancestral de propiedad comunal llamado Közbirtokosság, basado en la gestión compartida de recursos naturales como el agua, los bosques y los pastizales.
Este modelo, que había sido abolido durante el régimen comunista en Rumanía, fue reactivado en el año 2000 tras un largo proceso judicial iniciado tras la caída del comunismo. La recuperación fue posible gracias a documentos históricos, como una lista manuscrita de accionistas de 1936, que sirvió como prueba legal de los derechos colectivos sobre las tierras.
"Cuando llega el invierno, todos tienen suficiente leña", resume Csaba, reflejando una lógica de solidaridad que se contrapone al modelo de acumulación individual.
Puede interesarte
La vida en Karácsonyfalva combina la agricultura de subsistencia con una profunda identidad cultural Székely, una comunidad húngara que habita la región desde hace más de mil años. Las casas están decoradas con portones de madera tallada, y la iglesia unitaria es el centro de la vida comunitaria. Las celebraciones como el festival de la castaña o la matanza del cerdo se realizan de forma colectiva, con productos repartidos entre los vecinos.
“Comes lo que cultivas. Sabes de dónde viene. Estás conectado”, afirma Székely Zsolt-Csaba, mientras su esposa, la ministra unitaria Székely Kinga-Réka, asegura que este sistema impide que “alguien se enriquezca a costa de otros”.
Puede interesarte
Pese a su fortaleza, Karácsonyfalva enfrenta desafíos importantes. El cambio climático alteró los ciclos agrícolas; el nacionalismo rumano amenaza a las minorías como los Székely; y la migración de jóvenes en busca de oportunidades vació el pueblo de adultos en edad productiva. Algunos comercios, como el de Zsolt-Csaba, debieron contratar trabajadores extranjeros, especialmente de Nepal, para sostener la actividad económica.
Aun así, la comunidad resiste. La gestión sostenible de los bosques protege tanto a los habitantes como a la biodiversidad local, donde aún se avistan ciervos, jabalíes y osos, según muestran las cámaras instaladas por vecinos como Öcsi Mátyás.
Karácsonyfalva no es un experimento aislado, sino una propuesta concreta frente a un mundo que muchas veces deja de lado lo comunitario. “Sería bueno saber quién va a sostener esto después”, se pregunta Csaba, al guardar con cuidado los documentos que respaldan el modelo. Su reflexión resume la tensión entre el legado heredado y el desafío de mantener viva una forma de vida basada en la cooperación, la equidad y el arraigo.
Fuente: Infobae
Para comentar, debés estar registradoPor favor, iniciá sesión