“El mundo evangélico ofrece una respuesta a la demanda de reencantamiento”
El politólogo e investigador del CONICET Diego Mauro analiza el crecimiento de las iglesias evangélicas en Argentina.
El crecimiento de las iglesias evangélicas en Argentina no debería sorprendernos”, afirmó Diego Mauro, politólogo e investigador del CONICET, especializado en religión y política, en diálogo con Mitre Mar del Plata.
Según sus estudios, mientras que en la década de 1980 más del 80% de los argentinos se identificaban como católicos y apenas un 4% como evangélicos, hoy ese número se ha modificado sustancialmente: los evangélicos superan el 15% y continúan en ascenso.
Mauro señala que este proceso de expansión está vinculado con una respuesta específica que el mundo evangélico ofrece en relación con el desencanto de la modernidad: “La modernidad seculariza, desencanta el mundo. Pero al mismo tiempo, genera una necesidad de reencantamiento, de volver a cargar de sentido la experiencia cotidiana. El mundo evangélico responde mejor a esa demanda. Ofrece una cosmovisión más encantada, más permeada por lo milagroso y lo extraordinario”.
Según el investigador, esta forma de religiosidad ofrece algo concreto que la tradición católica ha ido perdiendo: “El catolicismo está cada vez más secularizado. En cambio, el mundo evangélico trabaja con categorías muy activas como los dones de sanación, el milagro, la posibilidad de ‘resetear’ la vida y volver a empezar. Hay una conexión muy fuerte entre la fe evangélica y la idea de transformación personal inmediata”.
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Mauro también destaca un punto clave para entender el vínculo que estas iglesias construyen con su comunidad: “A diferencia de la estructura jerárquica del catolicismo, en las iglesias evangélicas los pastores surgen de la propia comunidad. Eso genera cercanía, pertenencia. Hay una identificación directa entre fieles y líderes religiosos”.
Respecto al crecimiento territorial, el investigador señala que algunas provincias del norte argentino superan la media nacional. “No me sorprende el avance evangélico en el Chaco, por ejemplo. Ahí hay condiciones sociales y culturales que favorecen esta expansión. El fenómeno está lejos de ser homogéneo, pero en ciertas regiones es claramente dominante”.
Por último, Mauro aclara una cuestión importante de nomenclatura: “A ellos no les gusta que los llamen evangelistas. Son evangélicos. Es un término que remite a una identidad más compleja y articulada, que no se limita solo a lo religioso, sino que también tiene impacto social, político y cultural”.
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