Del fin del mundo a la Eternidad
“Hermanos y harmanas:…Como sabeis es el deber de un cónclave dar un obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo al fin del mundo… Y ahora, comenzamos este camino obispo y pueblo…Un camino de hermandad, de amor, de confianza entre nosotros”
Estas fueron algunas de las palabras con que nuestro Papa Francisco dirigió en su primer mensaje como sucesor de Pedro a los fieles de todo el mundo.
Me permito desde mi no tan acabadamente académica formación cristiana, pero sí desde mi más profundo amor a la Iglesia y a Cristo reflexionar brevemente sobre lo que humildemente creo nos ha dejado y nos deja Francisco en estos 10 años de pontificado.
Tanto ese primer mensaje junto a la elección de su nombre como padre de la Iglesia soslayaban cuál sería a partir de allí su misión apostólica para bien de toda la humanidad.
En primer lugar, Francisco nunca dejó de mirar la realidad desde la periferia para iluminarnos con su mensaje de amor. Podríamos decir que Francisco es hijo de una Nación considerada periférica por muchos sectores de esta tierra. Desde esa tierra tan vapuleada, desde esa periferia supo siempre estar muy cerca de los hermanos que más sufren pero también de las naciones más desprotegidas para recordarnos el valor de la solidaridad y de la protección de los más vulnerables como pilares esenciales de nuestro quehacer cristiano.
En segundo lugar, el Papa hizo y hace de la fe un culto a la esperanza. Una esperanza que llama a testimoniar como luz del mundo a través de nuestro compromiso espiritual, personal, familiar, laboral y social para con los demás. No hay iglesia sin fe. No hay fes sin obras. No hay obras sin amor a Dios y al prójimo.
En tercer lugar, es Francisco el Papa que nos ha recordado que Dios nos ha constituido desde el inicio de los tiempos en colaboradores de su obra creadora, una obra que debe seguir desarrollándose con responsabilidad para el cuidado de hábitat dentro del que merecemos vivir bien no solo todos los que estamos hoy disfrutándolo sino también y fundamentalmente nuestras futuras generaciones.
En cuarto lugar, pero como corolario necesario para que esa fe de esperanza y ese cuidado de nuestra casa común sean el norte a alcanzar, es Francisco el Papa que con más vehemencia y convicción llama a todas las personas y a todas las Naciones a ser prendas de unidad y no de división.
Francisco es consciente de que el trabajo reflejado en el accionar de distintos sectores que trascienden las fronteras de los países y lo que es peor aún están por encima del poder de los propios gobernantes es ciertamente matar a Dios. Dios es la única y gran ligazón que tenemos con nuestros hermanos. Si Dios muere, muere mi amor por el prójimo. Nada me vincula a quien tengo a mi lado. Nada me importa su suerte.
Por eso Francisco nos pide como fieles que seamos el primer ejemplo de escucha, de diálogo con el prójimo. En particular con aquel al que muchas veces se pretende atacar o invisibilizar.
Francisco nos llama desde nuestra fe a buscar los puntos de encuentro con el otro, no siendo condición necesaria que el otro sea creyente, mas sí que sea persona de buena voluntad.
Francisco nos pide que cultivemos la amistad social con nuestros hermanos, que saltemos las grietas para poder, respetando las diferencias, transitar caminos comunes.
No dejo de recordar al Cardenal Bergoglio trabajando desde la Iglesia Argentina junto la ONG “La Alameda” en su lucha contra la trata de personas. “La Alameda” era una de las tantas organizaciones que a su vez bregaban por el reconocimiento legal de la interrupción voluntaria del embarazo. Obviamente no había ningún punto de contacto aquí entre ese pensamiento y el pensamiento de la Iglesia; pero eso no fue un obstáculo para que respetando cada uno sus diferencias irreconciliables en materia de protección de la vida, tuvieran la capacidad y el amor de trabajar en conjunto por una causa común cuyo resultado final fue el desbaratamiento de una de las más grandes redes de trata que había en nuestro país.
Sin en el encuentro con el otro, aunque no piense en todo como uno, no hay camino común posible. Y el Papa nos pide que seamos nosotros los fieles cristianos los primeros en hacer ese tan necesario esfuerzo de comenzar a transitarlo tendiendo puentes hacia los demás.
Él ha sido un claro ejemplo de ello, su mensaje como Cardenal no ha sido distinto al que nos ha transmitido durante estos 10 años y quiera Dios nos siga transmitiendo por muchos años más como Francisco. Ese mensaje claramente es el de la Iglesia desde sus orígenes. Es también el mensaje de su Doctrina Social. No es otro que el mensaje de Cristo.
Y como Cristo, que fue recibido con honores en Jerusalén un día y asesinado por los mismos que lo recibieron a la semana, Francisco ha sido aclamado por todos desde el inicio de su pontificado, pero bastardeado, denostado, calumniado (nuevas formas de crucifixión) por muchos sectores que según el momento histórico en que nuestro Sumo Pontífice iluminaba con su mensaje o con su accionar, se sintieron tocados e interpelados. Si fuera fácil, no sería cristiano. Sin embargo, la reacción de Francisco ante los ataques fue siempre tender la mano a todos, incluso a quienes lo resisten y combaten.
Eso nos da la pauta de que Francisco va por el camino correcto. El camino del Buen Pastor que no descuida a ninguna de sus ovejas. El camino del buen cristiano que pone la otra mejilla, que no juzga, ama, atiende al herido en el camino, y está dispuesto a todo, incluso a dar su propia vida por los demás.
Nunca pensé tener vida para ver a un Papa Argentino, mucho menos a un artesano de la Paz como Francisco. Nunca me sentí tan colmado de felicidad. Tuve el honor de ver en persona a Bergoglio hace años, más nunca la posibilidad de conocer personalmente a mi querido Papa Francisco, y sin embargo lo siento y sentiré siempre muy cerca de mí.
Dios te Bendiga Francisco. Dios te de fuerzas para continuar con la Obra del Señor aquí en la Tierra. La Virgen te proteja con su manto y te de fuerzas para seguir siendo artesano del encuentro y la amistad social.