Darío Franco, el entrenador que no se olvida de donde viene
Darío Franco se siente en su casa. Está comiendo un asado en su pueblo, Cruz Alta, 341 kilómetros al sureste de Córdoba capital. Allí viven poco más de 7 mil personas y él es uno de los orgullos. Por su carrera como futbolista de selección y por su condición de director técnico con estilo reconocible. Aunque la gente del lugar destaca, antes que todo, su calidad de ser humano. Le valoran, entre otras cosas, que sea agradecido y que no se olvide de su origen. Celebran que siempre esté al pie del cañón, que se junte a comer con los viejos amigos y que pase todos los veranos en la pileta del club.
El Club Newbery y Everton Social y Deportivo viene de perder una final y su segundo semestre no inicia con los mejores resultados en la liga regional. Para colmo, el entrenador Guillermo Girardi tiene que dejar su cargo por motivos personales. El ánimo está bajo y la motivación se desvanece en un equipo amateur, en el que los jugadores entrenan a la tardecita, cuando terminan de estudiar o salen del trabajo. La típica de un equipo del interior, lejos de los flashes del profesionalismo.
“Darío, ¿te animás a dirigir a Newbery?”. La pregunta viene con trampa. Los amigos de Franco saben que le van a tocar el corazón. No se va a poder negar: siempre estuvo ligado al club y, cuando puede, va a la cancha a ver al equipo. No había mucho para pensar. Sí para organizar: al estar radicado en Rosario, Franco estableció que se encargaría del equipo desde los jueves hasta el día del partido, mientras que su hermano Hernán y su ayudante Alberto Gómez entrenarían al equipo los martes y los miércoles. El club no tenía que poner ni un peso y se quedarían hasta que surja una oferta para volver al ruedo en el fútbol profesional. Y así fue que dirigió al club que lo vio nacer, antes de firmar su regreso a Aldosivi.
“Generó mucho movimiento. La gente no lo podía creer. Vino ad honórem, eso no lo hace casi nadie. Su predisposición fue total y la realidad es que hasta puso plata para viajar todas las semanas desde Rosario”. Carlos Cavagliá, presidente de Newbery, dio a conocer la historia en el diario cordobés La Voz del Interior e infló el pecho cuando la profundizó con El Marplatense. “El equipo había perdido la final del torneo anterior y en este torneo llevaba un empate y una derrota. Pero él lo levantó, siempre con su idea de ir para adelante. Estuvo desde agosto hasta octubre y ganó seis partidos y perdió uno. Pudo plasmar su idea con jugadores que trabajan y estudian”, explicó.

Cavagliá no para de elogiar a Franco. “El tipo conoce muchos lugares espectaculares. Sin embargo, cuando en el programa Pura Química le preguntaron qué lugar elegiría para vivir, dijo Cruz Alta. Y es cierto: se pasa todos los veranos en la pileta del club”, remarcó. “Siempre hizo cosas por Newbery. Con el dinero recibido por su pase al exterior cuando era jugador, se construyeron vestuarios y tribunas. Inclusive el año pasado dio gratis una clínica con el “Toto” (Eduardo) Berizzo y Juan Pablo Vojvoda. Vinieron 250 personas de todo el país y, con lo recaudado, se compraron cosas importantes para el club”, contó.
"NOS TRATÓ COMO PROFESIONALES, NO SE GUARDÓ NADA"
Bruno Lastra tiene 37 años, es arquero, hizo inferiores en Newell’s y jugó en el ámbito internacional. Sin embargo, pese a su trayectoria, reconoció que evolucionó en los dos meses que lo tuvo a Franco. “Vino un jueves, nos habló, nos mostró en el pizarrón lo que quería y empezó a entrenar salidas. Nos dio 7, 8 o 9 variantes, convencido de que era lo mejor. Su mayor virtud fue convencernos. A mí me llegó tanto que, desde el arco, nunca más le pegué para arriba. Saco jugando todas”, aseguró ante la consulta de este medio.

Lastra destacó el trato del entrenador y dejó en claro que, pese a tratarse de un medio amateur, la exigencia fue profesional. “Nos dio un envión anímico tremendo. Sus ayudantes nos dijeron que no se guardó nada, que nos entrenó igual que a un equipo de Primera”, destacó. “Darío me sorprendió como persona. Le dedicó su tiempo al equipo sin percibir plata, poniendo de su bolsillo. Lo hizo con una gran humildad”, agregó.
Franco intentó llevar su idea de juego a un equipo amateur, como si estuviera en Aldosivi. Se enfocó en la salida de fondo y convenció al plantel para desarrollar un juego con prioridad por el ataque. “Nos convenció a todos. Otros entrenadores te piden lo mismo en las prácticas, pero a la hora de la verdad, en el partido, no se animan a desarrollarlo. Con Franco fue distinto: nos gritaba para que no la tiremos. En el primer partido nos vinieron a presionar y ya nos exigía eso. En menos de dos meses, teníamos incorporada la idea”, explicó Lastra. “Cuando nos presionaban con dos delanteros, la primera opción era el ‘5’. Si nos presionaban con 3, buscábamos el pase a un volante interior o a un lateral. También hacía descender al ‘9’ y yo se la tiraba rasante”, detalló.
Haber sido dirigido por Franco, un discípulo del Marcelo Bielsa, ayudó a Lastra a combatir argumentos que en el fútbol se presentan como verdades irrefutables. “Muchos técnicos se escudan en que no tienen los jugadores para hacer ese tipo de juego. Yo, después de Darío, te digo que son excusas. Acá todos trabajamos y tenemos nuestras obligaciones fuera del club, pero igual pudimos plasmar la idea”.

"ES UNA SATISFACCIÓN QUE NO SE COMPARA"
Enfocado en mejorar a Aldosivi, Franco se guardó un espacio para hablar de su Newbery de Cruz Alta. Para recordar su historia, su paso por el fútbol infantil, el aporte de sus padres al club y la satisfacción incomparable de desarrollar su pasión en el ámbito más puro. Ese que le permitió reencontrarse con los valores que lo enamoraron del fútbol. “Mis padres, cuando nosotros éramos chiquitos y jugábamos en Newbery, siempre formaron parte de la subcomisión del futbol infantil e hicieron mucho por el club y por los chicos, para que pudiéramos hacer lo que nos gustaba. También “Beto”, uno de mis auxiliares, estuvo dirigiendo en el club. Inclusive el profe Pablo Sala dirigió mucho tiempo en Inferiores, al igual que mi hermano. Es el club nuestro, de toda la vida, del cual salimos”, reflexionó el entrenador. “Lo hicimos con muchas ganas, con mucha pasión, con mucho amor. Desde ese momento, cuando estábamos al frente del equipo, para nosotros era el mejor equipo que podía haber”, resaltó.
-¿Cómo fue la experiencia?
- Nos encontramos con muchos chicos, que uno conoce de toda la vida. Algunos son amigos de mis hijos. Gente muy noble, realmente. Algunos chicos vinieron de afuera, como el caso de Bruno Lastra, “Toto” (Román) Bianchesi, Salvador Brunetti, Mayco Manetti, Franco Jaime. Se formó un muy lindo grupo humano, más allá de lo deportivo.

-El equipo incorporó rápido la manera de jugar que usted pretende. ¿Eso quiere decir que se puede jugar así en cualquier nivel?
-Sí, claro que se puede. Si tenés jugadores aptos para la idea, mucho mejor. Porque no te lleva tanto tiempo entrenar lo que vos querés de tu equipo. No tenés que repetir tanto. Pero sí, siempre se puede. Si tenés bien en claro lo que querés y después lo llevás a cabo, no sólo con el mensaje sino también con el entrenamiento, yo creo que lográs convencer al grupo para que después lo trate de hacer en los partidos.
-Usted se enfocó de entrada en la salida de fondo, una de sus principales convicciones de juego…
-Sí, sin duda. Creemos que una buena salida desde el arquero te da más posibilidades de llegar con más claridad al arco rival. Siempre tratando que la pelota vaya por abajo, de que haya pases consecutivos, precisos, que no se divida tanto la pelota.
-¿Sintió que la idea se plasmó?
-Sí, yo creo que los chicos estaban muy contentos y muy predispuestos. Eso hizo más rápida la adaptación. Y cuando un grupo se convence rápidamente, es más fácil que se pueda ver en el campo de juego.
-Los jugadores destacan que usted los trataba como profesionales…
-Eso sí, igual (se ríe). Los gritos son iguales a los que les di a Penco o a Brum en el último partido de Aldosivi. Eso no cambia, porque en ese momento era lo más importante. Para nosotros, Newbery era lo máximo, lo mejor. Le dimos toda nuestra atención y toda nuestra pasión, por supuesto, porque sin pasión no entendemos este deporte.
-¿Sintió una satisfacción mayor que al dirigir a cualquier otro equipo?
-Sin dudas que sí. Es diferente, no se compara. Es estar con toda tu gente, desde el campo hasta la tribuna. Prácticamente es como una familia. Y cuando hay una comunión así, es más probable que te vaya bien, que tengas buenos resultados, que el equipo juegue bien, que esté convencido, que esté compenetrado. Esas cosas se dan cuando la gente de la comisión apoya desde afuera, cuando la gente cercana al club colabora con el fútbol. Y se dan en estos lugares, donde hay cero profesionalismo y hay mucho más placer y gusto por jugar al fútbol. Realmente, lo hacen porque les gusta.
-Dicen que usted pasa los veranos en la pileta del club…
-Sí, es nuestro cable a tierra, nuestro lugar para recargar baterías. En la pileta del club nos encontramos con toda la gente que va a ver los partidos. La pileta es el mejor lugar, donde todos disfrutan del verano.