Cromañón, 21 años después: el incendio que dejó una herida abierta
La noche del 30 de diciembre de 2024 quedó marcada en el calendario de las grandes tragedias nacionales. Un hecho que reúne negligencia, corrupción y un quiebre para la cultura del rock.
:format(webp):quality(40)/https://elmarplatensecdn.eleco.com.ar/media/2025/12/cromanon.jpg)
“Ustedes lo pedían, ustedes lo querían.
Ahí lo tienen.
El cisne apareció y ustedes.
Miren lo que han hecho con el duende del rock.
Lo han destrozado.
Lo han convertido en una estampa estúpida de sumisión”.
(“Pobre duende”, Babasónicos)
Desde el 30 de diciembre de 2004 cada fin de año tiene en Argentina un sabor amargo. Ya no sólo pesan los balances y el año transitado, sino además el recuerdo de uno de los hechos más tristes que recuerden las crónicas periodísticas: el incendio del boliche República Cromañón, donde murieron 194 personas y más de 1400 resultaron heridas. Un episodio que se llevó trágicamente la vida de muchos jóvenes, trastocó para siempre la vida de innumerable cantidad de amigos y familiares de las víctimas, y pegó fuerte en el sonido eterno de la juventud: el rock and roll.
Esa noche en República de Cromañón se presentaba Callejeros, una ascendente banda de lo que se denominaba rock barrial, erigida como la principal heredera de los ya extintos por entonces Redondos de Ricota. Letras complejas, metáforas rebuscadas, espíritu provocador, rock masivo y banderas en tu corazón. El folklore de ese rock argentino amasado en los 90’s como forma de respuesta al neoliberalismo que terminaría haciendo eclosión en una noche funesta.
La noche del 30 de diciembre de 2004 era una noche de veranito y víspera de fin de año como cualquier otra. Hasta que dejó de serlo. Los canales de noticias comenzaron a mostrar las imágenes de un boliche porteño, sobre el que no había demasiadas certezas más que la masa humana saliendo entre la humareda, el desborde de la asistencia para atender la acumulación de reclamos y los muertos que comenzaban a sumarse. Todo era confuso, de uno y otro lado de la pantalla.
La madrugada se extendió frente a la pantalla, mientras los muertos se iban sumando. Para la mañana del 31, ya había una mayor claridad sobre el nivel de la tragedia, una de las más grandes de la historia del país. Esa noche, cono signo de respeto, no hubo mayores festejos a lo largo y ancho del país. Los boliches y bares decidieron cerrar sus puertas. La llegada del 2005 fue un luto general. Era el comienzo de una historia que llega hasta nuestros días.
En un comienzo la información se acumulaba con torpeza, como siempre ocurre en estos casos. Con el tiempo se fue teniendo mayor claridad sobre lo que ocurrió esa noche en República de Cromañón. Una bengala encendida por alguien del público había sido el comienzo del fin, el chispazo que encendió el techo del recinto, recubierto con material altamente inflamable. Fue la humareda la que terminó matando a muchos por asfixia, pero más aún la escandalosa organización de un evento que no tendría que haber ocurrido: el local estaba habilitado para algo más de 1000 personas y había entre 2800 y 3000.
A los datos reales se sumaron mitos, como la presencia de una guardería para chicos en el interior de Cromañón, pero lo certificado en la causa señala que las salidas de emergencia estaban cerradas o bloqueadas, que no existían los controles adecuados y que había graves falencias en materia de seguridad: de los 15 matafuegos existentes, solo 4 funcionaban correctamente. El resto estaba descargado, defectuoso o fuera de norma. En cuanto a la ventilación, había solo 2 extractores de aire en funcionamiento porque los otros 2 fueron apagados para evitar ruidos. Sumado al detalle de que el techo contaba con materiales altamente tóxicos, como espuma de poliuretano, guata y media sombra de polietileno.
Como no podía ser de otra manera, el trágico incendio en Cromañón expuso una cadena de irregularidades y responsabilidades, que incluyeron al dueño del local, a funcionarios municipales que no hicieron los controles debidos, los integrantes de la banda y las fuerzas de seguridad, sumado a la figura del jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, que fue sometido a un juicio político por su responsabilidad en las fallas de control y habilitación del local. En noviembre de 2005 fue suspendido de su cargo, mientras que el 7 de marzo de 2006 fue destituido por mayoría en la Legislatura porteña. Como pena, fue inhabilitado para ejercer cargos públicos por cuatro años.
La causa tuvo sus idas y vueltas, con absoluciones iniciales en 2009 para los músicos, cambios de carátula y penas entre 2011 y 2012, revisión final ordenada por la Corte y confirmada en 2015. Entre las condenas, destacaron la del ex gerenciador del boliche, Omar Chabán, un reconocido empresario vinculado al ambiente del espectáculo, quien recibió 10 años y 9 meses de prisión. Sin embargo, post Cromañón, su vida atravesó diversas situaciones, desde excarcelaciones, regresos a prisión y escraches públicos, convirtiéndose en una figura conflictiva y principal señalado por la tragedia. Finalmente murió el 17 de noviembre de 2014. También fueron condenados los integrantes de la banda, como el líder Patricio Fontanet que recibió 7 años, funcionarios del Gobierno porteño, integrantes de la fuerza policial y empresarios relacionados con Cromañón.
Si bien pasaron 21 años ya, la causa Cromañón continúan con litigios civiles e indemnizaciones. Este año, por ejemplo, un sobreviviente recibió una indemnización por la responsabilidad profesional de sus abogados, quienes perdieron la oportunidad de reclamar una reparación por la caducidad del plazo procesal de la demanda original. Convertida en símbolo, además cada año familiares y sobrevivientes organizan marchas, misas y actos en memoria de las víctimas, a la vez que convirtieron el lugar en un santuario.
Obviamente que aquella noche cambió para siempre la vida de esas 194 familias, pero también modificó aspectos relacionados con la nocturnidad y la forma de acceso a espacios cerrados para dar recitales y shows musicales. Eso, necesariamente, terminó cambiando formas de acceso a la cultura y de consumo cultural. El rock como lo conocimos, y su folklore -como dice aquella canción de Babasónicos citada al comienzo y editada en 2005 en el disco Anoche (no del todo oficializada como canción sobre lo que ocurrió en Cromañón)- comenzarían a dar sus últimos bocanadas ante una escena musical que cambiaría para siempre. Una noche que dejó 194 jóvenes víctimas, pero que le hizo perder la inocencia a una generación.

Para comentar, debés estar registradoPor favor, iniciá sesión