25 de mayo: cuando el pueblo impuso su voluntad y nació el primer gobierno patrio
Aquel día, el pueblo reunido frente al Cabildo logró imponer su voluntad y conformar una junta de gobierno propia, rompiendo los lazos de obediencia con la monarquía española. Nacía así el primer gobierno patrio.
El 25 de mayo de 1810 no fue una fecha aislada ni casual: fue la culminación de un proceso que venía gestándose desde hacía tiempo, en un contexto de crisis imperial, tensiones económicas, militarización social y efervescencia política.
Durante la etapa virreinal, España había mantenido un rígido sistema de monopolio que sofocaba el desarrollo económico de sus colonias. Como recuerda el historiador Felipe Pigna, "la condena a la intermediación perpetua por parte de España encarecía los intercambios comerciales y sofocaba el crecimiento de las colonias". En paralelo, la elite criolla, cada vez más poderosa e ilustrada, observaba con inquietud cómo las convulsiones europeas, en particular la invasión napoleónica a la península ibérica, abrían una oportunidad política inédita.
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En mayo de 1810, las noticias de la caída de la Junta Central de Sevilla llegaron a Buenos Aires y cuestionaron la legitimidad del virrey Cisneros, cuyo poder había sido delegado por esa Junta ya disuelta. La presión de las milicias criollas y de un sector revolucionario, encabezado por Castelli, Belgrano y Moreno, forzó a Cisneros a convocar un Cabildo Abierto. Aunque inicialmente se intentó mantener al virrey al frente de una junta, la presión popular terminó por torcer esa decisión.
Finalmente, el 25 de mayo, el pueblo concentrado en la entonces Plaza de la Victoria, actual Plaza de Mayo, logró que se formara la Primera Junta de Gobierno. La integraban Cornelio Saavedra (presidente); Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu y Juan Larrea (vocales); y Mariano Moreno y Juan José Paso (secretarios). Este gobierno no tardó en desconocer al Consejo de Regencia español y sentó las bases del proceso emancipador.

Mariano Moreno, uno de los ideólogos más lúcidos de la Revolución, dejó plasmada en sus escritos la dimensión política, social y moral del nuevo tiempo. Reivindicaba la educación como antídoto contra la opresión: “Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas (…) será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos, sin destruir la tiranía”.
Moreno creía que el pueblo debía vigilar a sus gobernantes: “El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes (…) no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal”. Y desconfiaba del paternalismo extranjero: “El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse (…) Aprendamos de nuestros padres y que no se escriba de nosotros lo que se ha escrito de los habitantes de la antigua España con respecto a los cartagineses que la dominaron: ‘Entrar vendiendo para salir mandando’”.
En un texto clave, Sobre las miras del Congreso que acaba de convocarse, Moreno incluso reflexionaba sobre el federalismo, planteando que los estados debían conservar autonomía interna pero ceder soberanía a una autoridad nacional común: “Este sistema es el mejor quizá, que se ha discurrido entre los hombres”.
El 25 de mayo fue mucho más que un cambio de nombres en el poder. Fue la afirmación de un principio: que la autoridad no provenía de una monarquía lejana, sino de la voluntad del pueblo. En ese acto fundacional, se gestaron los valores, libertad, participación, educación, justicia, que, aunque con avances y retrocesos, seguirían dando forma a la historia argentina.
Fuente: Infobae/El Historiador
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